27 de junio de 2020

Poema de las rosas, de Franco Fortini



POEMA DE LAS ROSAS

1.

Rosas, rosas de polvo, qué dureza
la de los tallos por la noche, torcidas rosas
de espinas como los recios tendones
y músculos resecos de la chica
que en el coche manipula seda y cuero
pero tierna si un destello la alcanza pero a manchas
entera la garganta como las rosas magulladas
en trabajos de medianoche y de ortigas.

Ah, sobre las flores abiertas al bochorno
qué dulces los afanes de la abeja,
¡cómo desearía el corazón que no llegase
nunca el día pero siempre los faros por las curvas
arrojan su luz a los teatros de rosales
en el inmenso parque de la aridez romana!
Por eso he dicho “polvo”, de las quemaduras
de las curvas, de los columbarios, gravilla, de las ánforas…

Polvo sobre las gradas; de las rosas
se goza la impiedad, la sed se enciende
sin parar a golpes de sangre
donde excava, burdo, el escarabajo.
La dama patalea, pierde una sandalia, reclama
crueldad, se revuelca entre las hierbas y las babas.
La miel obstruye los triunfos, oh abeja latina.
Deja ahítas las gargantas, benditas las rosas.

2.
 
Pero reconoces este inicio. En grutas, fuentes,
los opuestos respiran inmóviles.
Donde una rosa se abre, se marchita una rosa
y el tiempo es uno pero dos las verdades.
Acércate al hielo y al intenso calor. Aquí
atrévete a dudar sobre el límite. Apartará
las ramas, en la trama se adentra. Muestras
bajo los rayos iluminadas sienes,
 
tú que eras tensión de laurel en la calma
y arco de ciprés y tienes siempre
otro nombre y volverás con otros cuerpos.
Denuncia a los espejos de agua, hermana
de herejía, pétrea negación
reluciente en unión futura, la frente alta
ante la nada y herida… Ahora tiemblas,
vuelvo a verte, atraviesas las hiedras
 
y cómo te oscureces y cambias
lo sé y en el oscilar de la risa ya eres
escama de serpiente, aguja, uña, lámina
y la lengua de las rosas afilas
y soplan para el crepitar de la ofrenda, revuelven
la escena los semivivos hasta inundar   
la arteria y de allí diriges el curso
hacia Hécate. Una vieja te lame la cadera.

3.

Ah, que para aquella contraria al tiempo inmensa
inhumana boca, cuerpo redentor
que también del tuyo se origina y debate,
solo tienes esta lengua de vil gloria,
este decir de siervo. Se buscan
para existir en una sangre, para revivir
antes del día. Húndete ahora
en los pasos, atáscate, adora,

acaricia los símbolos deformes
del porvenir, hasta no ver ya más,
¡tú que te ciegas si los fijas y gimes
con ellos! Y cómo se desuellan empapados
de linfa, cómo el tétanos lanza
mordiscos y oh como se arrojan en racimos
rodando y cómo en las carótidas gritas.
Se despedaza, rasga sus carnes la rosa

que a la mañana, intacta, se burlará.
No hay otro modo de prodigar, de
desnudar ante la noche el placer 
del asco que por tantos años dañino
contra sí te ha estrechado, blasón
que los viejos te infundieron en las meninges
y la rabia canina de los muertos y aquí te sacias,
bestia, con este condumio de rosas destrozadas. 

4.

Y alta regresa ahora la pasión de los árboles.
El deseo y la separación
no existirán ya más. Quiénes hemos sido
lo sabremos, y sin dolor. Ya hacia nosotros
aquello que os parece fábula se acerca y será,
hijos de este siglo, ironías.
Del sueño emergeremos para vivir
en una única verdad.

Todos los amores perfectos un solo amor.
Todos los días más bellos un solo día.
Cuerpos ausentes que habíamos amado,
rehechos a partir de los despojos
regresaréis benditos de piedad,
atónitos idénticos espíritus que se parten de risa,
indivisible rosa centifolia
que ya a la incrédula mente encandilas.

Es la hora que los líquidos seca y cuaja
y estas emanaciones son almas
pero deformes, enanas, bajo el hierro lunar.
Ves alinearse los reinos. Los santos negros,
vacíos como veleros, cruzan oblicuos
los cortejos celestes. ¿Es el ajenjo? ¿El juicio?
¿Son las pobres mujeres a las que destrozaron
el rostro los soldados? ¿Los clarines del cielo?

5.

Muy lejanas voces, tormentos… ¿Repites
siempre así, falsa conciencia, tus imágenes?
Liberadas las ramas, tumefactas las rosas,
en extrañas partículas se divide el espacio,
una quietud parece aligerar las moles.
Y antes que empiece el griterío en los nidos
de nuevo serán tus fábulas de muertos
hombres grises en marcha sobre los adoquines.

Y meteoritos de hierro mental
surcan los continentes, tocan
campos magnéticos de rosas aplacadas,
curvan las frecuencias de cosas creadas, tratan
de ayudar. El avión que solemne las cúpulas rasura
lucha, alza el morro, va; no por nosotros. Vivo allí
donde una noche induce a incinerar
el siglo, y lenta me extermina y tiemblo.

6.

¿O entre carbones de  rosas un fósforo, un gusano,
la única vía? Hacia las criptas, las aulas, las vísceras
donde al terminar la función cuelgan parvas
de abdómenes destrozados, crines de culebras y cuerdas,
máscaras desolladas, Sísifo, Pirítoo, Tieste
y las Furias. Hacia la toba de las catacumbas, donde
bajo las larvas tapiadas de nuestros futuros
un senado de insectos gesticula.

7.

Y no. Últimos ríos de un irónico infierno,
dejad caer, fuentes, los estruendos.
¿Resulta ser uno lo verdadero? Huid, alegorías.
Debías saberlo, habrías vuelto
a elegir el hielo, el deseo y la espina,
los nombres unívocos, la ciencia posible
y lenta, el sol que blanquea el Indo y el Nilo,
el diente de la historia imperceptible.

¿Pero cómo sabré diferenciar mañana
las rosas muertas, las vivas? Le doy la espalda
a este aquí por donde pasó, y volverá, mi locura:
pido también justicia y amor para ella.
Los que seguís soñando: quiero que nada se pierda.
Incluso si siempre, sin compasión de la aurora
que tanto atenúa allí abajo las luces
de posición de las de alta cilindrada,

los ácaros machacan los grumos,
los escarabajos de la rosa trituran el porvenir
con sus pinzas minúsculas; si culpa y esperanza
son un único mal que nos separa y obsesiona,
que desde nosotros trepa las copas de los sauces
y las macera. El aire es puro y negro.
Viva la rosa de la primavera.
Y viva la hierba, la flor, los besos, el dolor.


(Franco Fortini)
(Traducción de María Bastianes y Andrés Catalán, 
aparecido en la revista Quimera, noviembre de 2016 )



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