30 de junio de 2011

Un poema de la Segunda Guerra Mundial

Anthony Hecht (1923-2004), neoyorkino, sirvió en la división 97 de infantería y luchó en Alemania, Francia y Checoslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial. Después, participaría en la ocupación de Japón. Recibió el premio Pulitzer en 1967 por The Hard Hours.


NATURALEZA MUERTA

Un vapor sonámbulo, como un visitante fantasmal,
            flota suspendido sobre un lago
de tennynsoniana calma justo antes del amanecer.
Árboles invertidos y pedruscos tiemblan y se escurren
en la bruñida oscuridad. Plateados destellos apuntan
entre el líquido follaje, y un poco después desaparecen.

Todo está empapado y brillante de humedad.
            Una telaraña, tejida con tirantez
en el bastidor de las puntas dobladas de la hierba,
se comba como un trampolín o la red de un bombero
con todo el oropel y las riquezas que ha atrapado,
cada gota un pisapapeles de cristal de Steuben.

Ningún canto de pájaro aún, ni un grillo, ni una trucha
            explota en los remolinos
en busca de una rasante mosca. Todo está por llegar.
Las cosas están tan detenidas y calmadas a lo largo
de todo el universo como antiguos cuencos chinos,
y la naturaleza permanece espléndidamente muda.

¿Por qué me agita tanto todo esto, como un código
            o un sordo presentimiento
de propósitos y sucesos ya preestablecidos?
Me conoce, y yo reconozco esta forma
de vacilación cautelosa, lista para saltar,
este silencio tan comprimido y tan intenso.

Como en una superficie de agua contemplo
            el primer y suave decreto
de la luz, su pálidas, inaudibles órdenes.
Permanezco junto a un pino en el frío,
justo antes del amanecer, en algún lugar de Alemania,
con un helado, húmedo fusil Garand en mis manos.

(Anthony Hecht, Collected Earlier Poems, New York, Alfred A. Knopf, 1990)

(Traducción de A. Catalán)


29 de junio de 2011

Fabio Morábito, o por qué no tengo coche

 
ARS POÉTICA

Yo nunca tuve anhelos
de motorización,
es más, nunca pedí a mis padres
un vehículo,
hasta la bicicleta me aburría,
me limité a mis pies,
a mi sentido del cansancio.
Nunca he viajado rápido,
pero he viajado,
mis huesos cambian de dolor
cada cien metros
y nadie sabe como yo qué es un kilómetro.

(Fabio Morábito, De lunes todo el año, 1992)

Fabio Morabito, ©Jerry Bauer

23 de junio de 2011

Lo que hay delante de nosotros es solo la palabra de alguien más

                        Escribir no es vivir: sedente, absorto
                        se ve al escriba. Nunca
                         se camina con plumas,
                                          ¿Más se vuela?

ANÍBAL NÚÑEZ

Las cartas establecen un vínculo confuso
desde esa escribanía. Excesivos papeles
de ambición y de tedio—pagar a unos soldados,
renunciar a una herencia,
agraviar a una dama, desagraviarla luego—,
mientras la pluma, esbelta, pero pobre en la mano
se empeña en contrariarle—la vida no, la escena;
el decorado, el fondo
pintado de una tarde, la tinta como apoyo
y no la certidumbre de balanza o esmero:
el secretario, entonces—bien conoce su oficio:
Malpica, Sessa, Lemos—, será su personaje
y así quizás Teodoro le salve si es que llega
a comprender Diana el pájaro, las plumas.


8 de junio de 2011

Lydia Davis: leer, escribir, viajar

Ciertos proyectos me obligan a investigar sobre literatura y viajes. Por una de esas casualidades de literatura, adquiero el maravilloso volumen de cuentos de Lydia Davis que ha publicado Seix Barral y lo abro por este cuento. ¡Alehop!


REITERAR

Michel Butor dice que viajar es escribir, porque viajar es leer. Es una frase que podemos desarrollar: escribir es viajar, escribir es leer, leer es escribir, y leer es viajar. Pero George Steiner dice que traducir es también leer, y que traducir es escribir, como escribir es traducir y leer es traducir. Así que podemos decir: traducir es viajar y viajar es traducir. Traducir literatura de viajes, por ejemplo, es leer literatura de viajes, escribir literatura de viajes, leer un texto, escribir un texto y viajar. Pero si lees cuando traduces, y traduces cuando escribes, escribes cuando viajas, lees cuando viajas y viajas cuando traduces; esto es, si leer es traducir, y traducir es escribir, escribir viajar, leer viajar, escribir leer, leer escribir, y viajar traducir, entonces escribir es también escribir, y leer es también leer, y más aún, puesto que cuando lees lees, pero también viajas y cuando viajas lees, en definitiva lees y lees. Y cuando lees también escribes, así que lees; y al leer también traduces, así que lees; así que lees, lees, lees y lees. El mismo razonamiento podría hacerse para traducir, viajar y escribir.

Lydia Davis, de Sin apenas memoria, incluido en Cuentos Completos, Seix Barral, 2011. Traducción de Justo Navarro.



1 de junio de 2011

Pepinos y poemas

Ahora que los pepinos están de moda, este poema del gran Robert Hass, de su libro Time and Materials, premio Pulitzer del 2008 y editado en España por Bartleby.

Mantengo en parte la traducción de Jaime Priede.


POEMA CON UN PEPINO DENTRO

A veces, desde esta ladera, después de la puesta de sol,
el borde del cielo toma un matiz
del verde más pálido posible, como la carne del pepino
cuando lo pelas con cuidado.

*

En Creta una vez, en verano,
haciendo aún calor a medianoche,
nos sentamos en una taberna junto al agua,
viendo las barcas meciéndose a la luz de la luna,
bebiendo vino de resina y comiendo ensaladas
de yogur, eneldo y frescas rodajas de pepino.

*

Un toque de sal, algo parecido al almidón, algo
como una esencia de hierbas u hojas verdes
en la lengua es la lengua
y el pepino
desenvolviéndose el uno hacia el otro.

*

Puesto que embarazoso es una palabra,
embarazar* debe de haber sido una palabra,
en desuso ahora, e incluso entonces,
a una persona en situación embarazosa
debe haberle parecido algo metódico y bien pensado
ponerse ante un fregadero a cortar un pepino.

*

Si crees que voy a hacer
un juego de palabras sexual en este poema, estás equivocado.

*

Durante la antigua tortura de la tierra
cuando el fuego se fue enfriando y se acomodó
en granito y caliza y serpentinita y pizarra,
es posible imaginar que, bajo amarillentas nubes químicas,
la espuma fundida, después de haber ardido mucho tiempo,
estaba ya soñando en liberarse,
y que el sueño, nebuloso
pero con creciente nitidez, tomó la forma
del agua, y que fue entonces, de forma aún más nebulosa, que imaginó
la piel verde oscuro y la carne verde ópalo de los pepinos.

* Juego de palabras entre cumbersone, cumber (embarazoso, embarazar) y cucumber (pepino).