4 de junio de 2012

Dos poemas de Philip Larkin


UN ESCRITOR

"Interesante, pero vana", decía su diario,
donde día a día anotaba sus movimientos
y nada excepto sus amores motivaba pesquisas;
sabía, claro, que ninguna acción tiene recompensa,
que no hay premios: aunque el ojo pueda percibir
gran belleza en un gesto o un silencio,
es necesario no esperar paga más duradera
que el momentáneo aplauso de las tripas.

Vivió años y años y nunca se sorprendió:
un miembro de su raza idiota y mentirosa
encontró una explicación para sus vicios: se dio cuenta
que era un don que poseía en exclusiva:
mirar al mundo de frente y a la cara;
la cara que no notó que era la suya.



OTRA VEZ EL AMOR

Otra vez el amor: cascársela a las tres y diez
(sin duda él ya se la habrá llevado a casa),
el dormitorio caliente como una panadería,
agotado el alcohol, sin haberme mostrado
cómo dar la talla mañana, o después,
y el dolor de siempre, como disentería.

Algún otro sintiendo sus pechos y su coño,
algún otro ahogándose en esa mirada repleta de pestañas,
y es de suponer que yo debo ignorarlo,
o encontrarlo gracioso, o que no me importe,
incluso... ¿pero por qué ponerlo en palabras?
Mejor aislar este elemento

que se extiende a través de otras vidas como un árbol
y que en cierto sentido las apremia
y explicar por qué en mi caso nunca funcionó.
Algo que tiene que ver con la violencia
de hace mucho tiempo, y las equivocadas recompensas,
y la arrogante eternidad.


Traducción de A. Catalán



3 de junio de 2012

Mantener la cadena de frío


Acaba de salir, Pre-textos mediante, Mantener la cadena de frío, 41 poemas en torno a la comida. Comida y muerte, comida y arte, comida y amor, comida con comida y comida sin comida. Escrito con Ben Clark a cuatro manos (o a dos, ni Ben ni yo somos ambidiestros). Dijo alguna vez Elena Medel que la poesía no da para comer, pero si para merendar; dejo aquí pues un aperitivo merendolesco del libro.



NEVERA VACÍA 

El ahorro es un lujo.
F. SCOTT FITZGERALD

Nuestra nevera nunca estuvo llena.
Se congelaba, hacía ruidos raros
como diciendo «mira, no me usáis,
vendedme a alguien del barrio, no será muy difícil»
–todo esto, claro está, en un lenguaje
propio de las neveras;
un idioma sintético, volátil,
una lengua compleja, cargada de freón–.
Con todo éramos pobres para poder tener
la nevera vacía,
debíamos llenarla de algún modo.
Fue mi mujer quien dio la idea de los libros.


Andrés Catalán & Ben Clark
Mantener la cadena de frío
Pre-textos, 2012

[Más info en la web de Pre-textos, AQUÍ]
[Otro poema, en el blog de Ben Clark, AQUÍ]