17 de mayo de 2012

Poesía y comida: Amy Beeder



PORQUE NUESTROS CAMAREROS SON UNOS ROMÁNTICOS SIN REMEDIO

              rompen los platos tras solo una comida:
platos que imitan nenúfares o cangrejos de herradura,
             alas de vencejo,
carpas doradas, remolinos, espiráculos en un rictus:
             todos hechos añicos contra el borde de la mesa—

...pero además nuestro chef se abstiene de usar pimienta & sal
             en favor de violetas & vísperas
& tinta de calamar y & miel de avispas
             raros líquenes cultivados en nieve de la comarca
auténtico légamo oscuro del Nilo o del Tigris.

             ¿Verdad que sabes que la carne de ave, si se cocina bien,
cura las enfermedades psíquicas más comunes?
             Es algo relacionado con las plumas.

                                      ≈

...pero tienes hambre. Pasa. Siéntate. Prueba.
             Para la vergüenza hay pechuga de cisne.

Prueba con la tarta de codorniz para la rabia,
             el guacamayo sobre orquídeas escalfadas para el aburrimiento.

Y servimos muchísimas otras cosas.
             No hay realmente nada que no puedas pedir:
patas de cabra, naranjales, profetas & humo
             huérfanos tocando el violín
sabores de la memoria, invierno & cera, ángulos de sol, insólitas reivindicaciones...

             No te preocupes, hay más que suficiente—

es un festín misterioso este al que asistes, pero te ofrece
             el afable aroma del caldero, la luz de la abundancia vertida
sobre cada mesa & cada maravilloso taburete
Pasa—

                                      ≈

Ahora ya captas lo esencial:
             a la cabecera de cada mesa ese montón creciente de fragmentos
no son desechos sino un homenaje al ceramista.
             El mundo es un plato que paladear, que terminarse:

esta caracola a flote en el caldo
             un ojo vertical y ribeteado
aunque es un presagio & está probablemente contaminado, es un consuelo
             igual que estas torres de nísperos & de relucientes escamas
o nuestro estruendo mortal y chillón de brillantes cacerolas.

             Pestañea frente al sol y mira al interior.
Nuestras diminutas luces no se asemejan para nada a las estrellas.
             Pasa, ven a cenar. Nunca te vas a sentir lleno.


(Amy Beeder, 2009)
Traducción de A. Catalán

8 de mayo de 2012

Una nueva canción, de Devin Johnston



A la manera de Guillermo IX, Duque de Aquitania

Con la dulzura que fluye por estos nuevos días,
los bosques se llenan de hojas, y los pájaros cantores expresan
en neumas de posadas melodías
íncipits de una nueva canción.
Después el amor debería encontrar lubricidad
y acelerarse, tras haber dormido tanto.

La sanguinaria florece, y eso está muy bien,
pero nadie me ofrece a mí ni una palabra
que calme mi preocupado corazón,
y no podremos volver el rostro hacia
el sol, y abrirnos poco a poco,
a no ser que lleguemos a un acuerdo.

Y así continúa nuestro amor, noche y día:
es como la rama de espinoso espino
que es azotada por un viento glacial
del anochecer al alba, barnizada de aguanieve,
hasta que los primeros rayos del sol ascienden
a través de las hojas y las ramas, extendiendo el calor.

Me acuerdo de una mañana de abril
cuando ella cedió sin previo aviso,
abandonó ese desaire helado
y dio paso a la risa, a carcajadas de felicidad.
¡Dios mío, permíteme vivir lo suficiente
para meterle mano debajo del vestido!

Odio la charla elevada
que desprecia a la raíz y al tallo
y pone al anodino orgullo por encima
de las vicisitudes del deseo y las disputas.
Dejad que los demás reclamen un amor superior:
nosotros tenemos el pan, tenemos el cuchillo.
 
Traducción de A. Catalán

El original, aquí.

Y el poema de Guillermo de Aquitania al que hace referencia, 
en traducción de Luis Alberto de Cuenca, aquí.