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Poseer una cosa es a su vez perderla.
Elegir un motivo; desafiar un cuarto;
fingir que hay un espacio; arruinar un paisaje.
Si estrechas la verdad entre líneas de fuga
las ventanas del fondo disfrazarán el prado
que se extiende sin nombre bajo la trayectoria
de una abstracción de pájaros. Será
la mansedumbre de la composición emblema
de aquello que pretendes y eso es todo:
nada se salva entonces aunque cierres el puño,
aunque plantes banderas y alrededor reclames
segundos territorios. Nada servirá entonces
-por mucho que repliques- para algo
que no sea esperar, mirar, decir adiós
y basta.
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