Escribir no es vivir: sedente, absorto
se ve al escriba. Nunca
se camina con plumas,
¿Más se vuela?
ANÍBAL NÚÑEZ
se ve al escriba. Nunca
se camina con plumas,
¿Más se vuela?
ANÍBAL NÚÑEZ
Las cartas establecen un vínculo confuso
desde esa escribanía. Excesivos papeles
de ambición y de tedio—pagar a unos soldados,
renunciar a una herencia,
agraviar a una dama, desagraviarla luego—,
mientras la pluma, esbelta, pero pobre en la mano
se empeña en contrariarle—la vida no, la escena;
el decorado, el fondo
pintado de una tarde, la tinta como apoyo
y no la certidumbre de balanza o esmero:
el secretario, entonces—bien conoce su oficio:
Malpica, Sessa, Lemos—, será su personaje
y así quizás Teodoro le salve si es que llega
a comprender Diana el pájaro, las plumas.
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