22 de diciembre de 2014

Jo Shapcott: poesía y enfermedad

A Jo Shapcott (1953) la descubrí una tarde, sentado en el suelo de la sección de poesía de la librería londinense de Foyles en Charing Cross Road mientras hojeaba todos -y cuando digo todos, digo todos- los poemarios de las estanterías. Estar en Londres una semana entera y no tener nada que hacer, ni siquiera turismo, es un regalo y un peligro para el bolsillo del saqueador de librerías. Of Mutability, que fue uno de los libros que me llevé, es un poemario crudo y luminoso, lleno de humor negro pero también de euforia. En 2003 a la autora le diagnosticaron un cáncer de mama, cáncer que vencería siete años después coincidiendo con la publicación de este libro. Los poemas, así, tienen que ver con la enfermendad, con la mutabilidad, con el cambio, a veces destructivo y a veces liberador, del cuerpo y del mundo que nos rodea.

Para muestra, un botón (bueno, tres):


DE LA MUTABILIDAD

Demasiadas de las mejores células del cuerpo
me escuecen, como aserradas, están en carne viva
con este frío primaveral. Es el año dos mil cuatro
y no conozco a nadie que no se sienta empequeñecido
por las cifras. Pequeños como una cuchilla.
Baja la vista estos días para poder verte los pies
recelar de las aceras y a tus análisis de sangre
hacer que la expresión del médico se ponga seria.

Alza la vista para captar eclipses, pan de oro, cometas,
ángeles, lámparas de araña, por el rabillo del ojo,
únete a ellos si quieres, estudia astrofísica, o
música popular, los sacrificios humanos, la mortalidad,
el vuelo, la pesca, el sexo sin contacto excesivo.
No te preocupes, eso sí, de poner rumbo a ningún lado salvo al cielo.


     LAS MUERTES

     Pensé que conocía a mi muerte.
     Pensé que se daría a conocer
     con todos esos pequeños crujidos
     y quejidos de los que se oye hablar,
     que nos haríamos amigas y daríamos
     nuestros paseos como dos borrachas
     con ella parloteando dentro de mí
     acerca de nódulos y arterias
     y de su obsequio de dolor que sería
     demasiado grande para envolverlo,
     que en algún momento durante el cortejo
     ella me pondría ojitos y
     yo implosionaría como un mango maduro.

     Pensé que conocía a mi muerte
     así que cuando, tras una tarde
     de no parar, comenzó a llover
     y los pelillos se me encresparon en el cuello
     y el pelo me tiró del cuero cabelludo
     y la boca me empezó a apestar a algas
     y un hormigueó me recorrió las muñecas,
     no la reconocí. Prendió
     una llama verde sobre mi cabeza
     e incluso así no lo entendí. Me arrojó
     a yardas de distancia, trazó sus caricaturas
     de filigrana roja sobre las palmas de mis manos
     hasta que desaparecí y aún así no lo entendí.


ESCORPIÓN

Lo mato porque no podemos estar en la misma habitación. Lo mato porque no podemos estar en la misma habitación mientras duermo. Lo mato porque podría mirar a otro lado y no verlo ahí sobre la pared al mirar de vuelta. Lo mato porque podría pasarme la noche entera intentando cazarlo. Lo mato porque me da miedo acercarme lo suficiente con un vaso y un papel para llevarlo fuera. Lo mato porque me han dicho que lo haga. Lo mato dando un golpe con un zapato contra la pared porque me han dicho que lo haga de ese modo. Lo mato manteniéndome lo más lejos posible y estirando la mano que sujeta el zapato. Lo mato porque me ha obligado a sacudir las sábanas, mirar dentro de los zapatos, vigilar las paredes durante toda la noche. Lo mato con dos rápidos golpes en caso de que uno no sea suficiente. Lo mato porque puedo. Lo mato porque no puede impedírmelo. Lo mato porque sé que está ahí. Lo mato de tal modo que sus restos quedan en el tacón del zapato. Lo mato de tal modo que su silueta con el aguijón curvo queda sobre la pared. Lo mato para sentir la seguridad de que seguiré viva. Lo mato para sentirme viva. Lo mato porque soy más débil que él. Lo mato porque no lo comprendo. Lo mato sin mirarlo. Lo mato porque no soy lo suficientemente buena como para dejarlo vivir. Lo mato mirando por el rabillo del ojo, recordando que es negro, vertical, que está pegado todavía a la pared blanca. Lo mato porque no va a hablar conmigo.

(Jo Shapcott, Of Mutability, 2010)
(De la traducción, Andrés Catalán)


17 de diciembre de 2014

Un poema reciente de Robert Pinsky


EN COMPAÑÍA DE FIDEOS

El Tomatl, traído desde México, fue en su día
tomado por venenoso hasta que un clérigo destapó
el error al comerse uno en la iglesia.
Pero esa historia es en sí misma engañosa, una leyenda
como la de Washington echando abajo un cerezo.
Emparentado con la belladona. No tóxico. Exótico.
Cristóbal Colón llevó hasta Italia el pomo d'oro
al tiempo que Marco Polo traía los fideos desde Asia.
En las viejas películas americanas algunas veces dicen
"tomate" refiriéndose a una mujer, algo así como "pastelito":
un menosprecio ocasional que ahora abucheamos.
Por aquel entonces mi abuela llamaba a los italianos "fideos".
Los espaguetis con salsa de tomate son aztecas y chinos.
Fideos del Este. Manzanas de oro del Oeste.
Invenciones criollas que el tiempo depura. Tipico
italiano. Por eso Nana podía advertirme en yiddish
sobre Joe Cittadino, "No te juntes con luckshens".
"Doro" debe implicar que los primeros fueron amarillos,
y al cultivarlos se volvieron rojos. O quizá el nombre
es otro malentendido; solamente la Sibila
lo sabe, la que lo escribió en una hoja que se perdió en el viento.

(Robert Pinsky, en el nº 140, invierno 2015, de la estupenda revista The Threepenny Review)
(De la traducción, Andrés Catalán)

(El original puede leerse aquí)



11 de diciembre de 2014

La camisa, de Robert Pinsky


En el New Yorker han colgado un video realizado por el Nantucket Project (al final de este post) del poema 'La camisa' de Robert Pinsky donde recitan él mismo, Herbie Hancock, el rapero Nas, la actriz Kate Burton y Elisa New.

He aprovechado para retocar la traducción del mismo poema que apareció en Ginza Samba (Vaso Roto, 2014), la antología de poemas que preparamos Luis Alberto Ambroggio y yo.

LA CAMISA

La espalda, el canesú, la tela. Las costuras dobladas,
las puntadas casi invisibles a lo largo del cuello
cosidas en una fábrica clandestina por coreanos o malayos


que chismorrean en el descanso entre el té o los fideos
o hablan de dinero o política mientras uno encaja
esta manga con su tejido extra en la banda

del puño que abotono en mi muñeca. La prensa, la cortadora,
el exprimidor, el rodillo. La aguja, la unión,
el pedal, el carrete. El código. El infame incendio

en la Fábrica Triangle en mil novecientos once.
Ciento cuarenta y seis murieron en las llamas
en el noveno piso, sin extintores, sin escaleras de incendios;

el testigo, en un edificio al otro lado de la calle,
que observó cómo un muchacho ayudaba a una chica a subirse
al alféizar de la ventana, y después la sostenía fuera

lejos de la pared de ladrillos y la dejaba caer,
y luego a otra. Como si estuviese ayudándolas
a entrar en un tranvía y no en la eternidad.

Una tercera antes de que la soltara le puso los brazos
alrededor de su cuello y lo besó. Entonces la sostuvo
en el espacio y la dejó caer. Casi al mismo tiempo.

Él mismo se subió al alféizar, su chaqueta flameó
Y se agitó sobre la camisa a medida que caía,
con el aire llenándole las piernas de sus pantalones grises;

igual que al demente de Hart Crane “se le hincha la camisa chillona".
Fascinante cómo el diseño combina perfectamente
a lo ancho de la solapa y sobre los remates bordados

en las esquinas de ambos bolsillos, como una rima estricta
o un acorde mayor. Estampados, telas escoceas, cuadros,
diseño pata de gallo, Tattersall, Madrás. Los tartanes

inventados por los dueños de los telares inspirados por el engaño de Ossian
para controlar a sus salvajes obreros escoceses, domesticados
por una heráldica inventada: MacGregor,

Bailey, MacMartin. El kilt, diseñado para que los obreros
la vistieran entre los ruidosos y polvorientos telares.
Tejedores, cardadores, hilanderos. El cargador,

el estibador, el peón. El sembrador, el recolector, el clasificador
sudando con su máquina en un desorden de algodón
como los esclavos con turbantes de percal sudaban en los campos:

George Herbert, tu descendiente es una Mujer
Negra de Carolina del sur, su nombre es Irma
y ella ha inspeccionado mi camisa. Su color y su ajuste

y su tacto y su olor a limpio nos ha dejado satisfechos
tanto a ella como a mí. Hemos elegido el precio y las calidades
de los botones de hueso falso,

los ojales, la talla, la entretela, las letras
impresas en negro en la tira del cuello y el faldón. La hechura,
la etiqueta, la mano de obra, el color, el tono. La camisa.

(Robert Pinsky)
(Traducción, Andrés Catalán)

24 de noviembre de 2014

Ana Blandiana en La Casa Encendida


Este viernes 28 de noviembre a las 19.00, en La Casa Encendida (Ronda de Valencia, 2), encuentro con la autora y presentación del libro Mi patria A4 (Pre-textos) de la enormísima poeta rumana Ana Blandiana.

Intervienen: Manuel Ramírez (editor de Pre-textos), Viorica Patea (traductora de Blandiana), Natalia Carbajosa (poeta) y yo mismo (palafrenero, aguador y moderador).

Lectura de poemas de Ana Blandiana (en el original rumano) y Juan Carlos Mestre (la traducción).

Mesa redonda y coloquio.


**

Hacer click en el cartel para ampliar.

19 de noviembre de 2014

Un poema de Philip Levine en el New Yorker: 'Junto a las aguas del Llobregat'


JUNTO A LAS AGUAS DEL LLOBREGAT

Dos mujeres y una niña pequeña
—de tres o tal vez cuatro años—descansan
bajo la sombra de unos abetos.


Desde lejos el rugido del mundo
va regresando una vez más.
Primero algunas palabras al vuelo

entre los hombres que se despiertan
y luego las máquinas
que se hablan entre sí en el idioma

que comparten con los cuerpos celestiales
—planetas, motas de polvo, lejanos sistemas solares—
y que saben lo que es necesario

hacer y lo hacen. Hace ya tanto tiempo,
piensas, de aquellos días, tan diferentes a estos,
bendecidos por vientos favorables

y olvidados en los himnos
que canturreábamos en el largo camino
volviendo del trabajo o en las fábulas infantiles

que intentábamos creer. Nadie repara
en la niña pequeña y sus vigilantes
han desaparecido y nadie se acurruca

bajo la sombra de los abetos.
El aire, brillante y en calma, se queda
de testigo, la única nube perdida

entre el cielo y este lugar no se mueve,
las montañas bajan la vista y guardan
distancia, en algún lugar lejos

el mar sigue trabajando para sí.
Junto a las aguas del Llobregat
nadie se sienta a llorar por los hijos

del mundo, junto al Ebro, el Tajo,
el Guadalquivir, junto a las aguas
del mundo nadie se sienta y llora.

(Philip Levine)
(El original, en el número del 24 de noviembre de 2014 del New Yorker, aquí)
(Traducción, Andrés Catalán)


27 de octubre de 2014

Más Edna St. Vincent Millay


NUNCA HA DE ARRANCARSE LA FRUTA

Nunca, nunca jamás ha de arrancarse la fruta de la rama
ni recogerse en toneles.
Aquel que quiera comer del amor ha de comerlo donde cuelga.
Aunque las ramas se doblen como juncos,
aunque la fruta madura manche la hierba o se arrugue en el árbol,
aquel que quiera comer del amor debe llevarse con él
solo lo que le quepa en la panza,
nada en el delantal,
nada en los bolsillos.
Nunca, nunca jamás ha de cogerse la fruta de la rama
ni almacenarse en toneles.
El invierno del amor es una bodega de arcones vacíos,
en un huerto que mulle el deterioro.

(Edna St. Vincent Millay)
(Traducción de Andrés Catalán)


 

19 de octubre de 2014

Un poema en 'Estación Poesía'

En el nº 2 de Estación Poesía, que dirige Antonio Rivero Taravillo y publica la Universidad de Sevilla, ha aparecido este poema que escribí a partir de la anécdota que alguien me contó (¿quién?) sobre alguien (¿quién?) que había comprado una casa en una urbanización fantasma, en la que era el único inquilino, rodeado de hormigón y calles a medio hacer. 

Dejo aquí el inicio del poema: para seguir leyendo, tan fácil como ir a la revista, aquí.

***

A VECES LA EXISTENCIA SE REDUCE A ESTAR
DENTRO DE UNA HABITACIÓN O FUERA DE ELLA



Resulta que he comprado una ventana. Mi casa
es espaciosa, es blanca y gris
y huele a hormigón recién armado. Es
una casa donde siempre es domingo,
donde campo a mis anchas
en un cuarto de estar desprovisto de esquinas,
sin un solo rincón y la parcela
daría para flores, algún árbol, tiene sitio
para que jueguen niños y que el grito
histérico de la vecina —¡Juan Luis,                       
el césped!
— se prenda de la copa
del seto, que se enrede allí y no llegue
aquí con más volumen que el murmullo
de la brisa en la hierba.

                                      Pero insisto:
la única cosa que compré resulto ser
una ventana. Y miento.
                                     Hay algo más.
La soledad. El lujo del silencio. El del espacio.               

—¿Os hablé del salón? ¿Os dije
que la pared se extiende como el mapa
de un país muy tranquilo y muy sin nadie
lleno de gotelé blanco y de esperanza?—
                           
La única enfermedad de nuestro siglo
—leí en algún lugar— pertenece a la carne,
por eso edificamos siempre con la piedra.
Y piedra es este dique que acorralan los días
donde el musgo no ovilla sabandija ni asiento
para futuras frondas, donde lo único
capaz de desplomarse es tal vez la ventana:
lo único que compré; el único contorno
que se desciñe un poco de la falta de pasmo,
con un cristal perfecto,
con un cristal blindado y las persianas
y su mecanismo infalible contra robos.


[...] Seguir leyendo -> aquí.

(Andrés Catalán, Estación poesía, nº2, p.31-34)







10 de octubre de 2014

e. e. cummings y la pintura



DE CARA A UNA EXPOSICIÓN: II (1945)

[cummings elabora una entrevista imaginaria en la que establece una conexión entre su pintura y su poesía]

¿Por qué pinta?
Por exactamente la misma razón que respiro.
Esa no es una respuesta.
No hay ninguna respuesta.
¿Desde cuándo no ha habido una respuesta?
Desde que soy capaz de recordar.
¿Y desde cuándo escribe?
Desde que soy capaz de recordar.
Me refiero a poesía.
Yo también.
Dígame, ¿no interfiere su pintura con su escritura?
Todo lo contrario: se aman sinceramente una a la otra.
Son muy diferentes.
Mucho: una es pintura y la otra es escritura.
Pero sus poemas son bastante difíciles de entender, mientras que sus pinturas son muy fáciles.
¿Fáciles?
Por supuesto—pinta flores y muchachas y atardeceres; cosas que entiende cualquiera.
Nunca le he conocido.
¿A quién?
A cualquiera.
¿Alguna vez ha oído hablar de pintura no figurativa?
Lo soy.
¿Perdone?
Soy pintor, y la pintura es no figurativa.
No toda la pintura.
No: la pintura de brocha gorda es figurativa.
¿Y qué se figura un pintor de brocha gorda?
Diez dólares la hora.
En otras palabras, no quiere hablar en serio—
Hace falta dos para hablar en serio.
Bueno déjeme ver... ah sí, una pregunta más: ¿en dónde vivirá cuando termine esta guerra?
En China; como de costumbre.
¿China?
Por supuesto.
¿En qué lugar de China?
En donde un pintor es un poeta.

(e. e. cummings, A Miscellany Revised, New York, 
               October House, 1965, pp. 316-17)
(Traducción, A. Catalán) 




4 de octubre de 2014

Un poema de Edna St. Vincent Millay


SONETO XI

Voy a olvidarte de inmediato, amor mío,
así que procura aprovecharlos, tu breve día,
tu breve mes, tu breve medio año,
antes de que te olvide, o me muera, o me vaya.

Y hemos terminado para siempre; a la larga
te olvidaré, como ya dije, pero ahora,
si me ruegas con tu mentira más encantadora
te brindaré a cambio mi promesa favorita.

De verdad preferiría un amor más duradero,
y que no fuera tan quebradiza una promesa,
pero es así, y la naturaleza se las ha ingeniado
para seguir avanzando sin descanso hasta ahora,

que logremos o no encontrar lo que buscamos
carece de importancia, según la biología.

(Edna St. Vincent Millay, 1892-1950)
(Traducción de A. Catalán)
(Original, aquí)



17 de septiembre de 2014

Frank O'Hara+Michael Goldberg


POR QUÉ NO SOY PINTOR

No soy pintor, soy poeta.
¿Por qué? Creo que preferiría ser
pintor, pero no lo soy. Bueno,
por ejemplo, Mike Goldberg
ha empezado un cuadro. Me paso por allí.
"Siéntate y tómate algo" me
dice. Bebo; bebemos. Alzo
la vista. "Has escrito SARDINAS".
"Sí, le hacía falta algo ahí".
"Ah." Y me voy y pasan los días
y me vuelvo a pasar por allí. El cuadro
marcha, y yo me voy, y los días
pasan. Me paso a verlo. El cuadro
está acabado. "¿Qué sucedió con SARDINAS?"
Todo lo que queda son
letras, "Era demasiado", dice Mike.

¿Pero y yo? Un día estoy pensando en
un color: naranja. Escribo un verso
acerca del naranja. Muy pronto es una
página entera de palabras, no unos versos.
Después otra página. Debería de haber
mucho más, no solo del naranja, de
palabras, de lo terrible que es el naranja
y la vida. Los días pasan. Incluso es en
prosa, soy un verdadero poeta. Mi poema
está acabado y no he mencionado
aún el naranja. Son doce poemas, lo titulo
NARANJAS. Y un día en una galería
veo el cuadro de Mike, titulado SARDINAS.

(Frank O'Hara)
(Traducción de Andrés Catalán) 
(Original, aquí)

'Sardines', de Michael Goldberg, Smithsonian American Art Museum

31 de agosto de 2014

"La muerte", de Fabrizio de André


LA MUERTE

La muerte vendrá de repente,
tendrá tus labios, tus ojos,
te cubrirá con un velo blanco
y se quedará dormida a tu lado.
Holgando, soñando, en batalla,
vendrá sin previo aviso,
la muerte va a golpe seguro,
ni toca el cuerno ni el tambor.

Señora que en límpida fuente
refresca sus fabulosos miembros,
la muerte no te mirará de frente,
tendrá tu pecho, tus brazos.

Prelados, notables y condes
que en el umbral llorasteis bien fuerte,
quien bien dirige su vida
mal soportará su muerte.

Granujas que sin vergüenza
llevasteis el cilicio o la picota,
vuestra partida no supuso un esfuerzo
porque la muerte es vuestra amiga.

Guerreros que cercados por las lanzas
desde las tierra de Oriente hasta Francia
de la masacre obtuvisteis gran mérito
y de los enemigos el luto y el llanto,

en frente de la última enemiga
ni vale coraje ni esfuerzo,
ni sirve apuntarle al corazón
porque la muerte no muere nunca.

(Fabrizio de André)
(Traducción de A. Catalán)





22 de agosto de 2014

John Ruskin: un poema


LAS COLINAS DE CARRARA

En medio de un valle de hojas florecientes
    donde la vid alarga su raíz sinuosa
y abultada se abate la gavilla otoñal
    y los olivos derraman su atezado fruto,
    y vientos leves, y aguas nunca mudas,
hacen de jóvenes ramas y guijarros límpidos
    un laúd universal.
Y aves vivaces, por el oscuro soto de mirto,
perforan con breves notas, y un plumaje bañado de rocío,
el silencio y la sombra de las sosegadas avenidas.

II

Lejos en la profundidad de cielos sin voz
    donde calmas y frías se esparcen las estrellas,
se alzan los cerros de la pálida Carrara.
    No hay ruido ni tormenta, ni rudo torbellino,
que puedan quebrar su serenidad de mármol solitario;
    los relámpagos carmesí en torno de sus cimas
podrán sostener sus fogosas disputas:
    ni escuchan ni responden; su venturoso descanso
no lo adornan cogollos, ni verdes pastos, ni el aliento
de cosa moviente alguna altera su atmósfera de muerte.

III

Pero más abajo, en un sueño plegado,
    se extienden borrosas formas de vida celestial
de pálidos ceños y ojos vagos, sumidos
    en una dulce paz de sombra somnolienta,
cuyos miembros retorcidos, ataviados de roca,
    descienden como olas blancas sobre el humano pensamiento,
manifestado en sueños intranquilos;
    en sus secretos hogares de deseada duermevela,
se elevan inmortales, hijos del día,
brillando con divinas formas en la tierra, y en su ruina.

IV

Sí, donde los brotes tienen su origen más brillante,
    donde ampliamente reluce un florecer de oro,
allí se desliza la serpiente y se afana el gusano
    y negra la tierra se extiende por debajo.
¡Ah! no pretendas conocer el alma de los hombres;
    que visten con aparentes sonrisas sus baldíos parajes;
las palabras que se toman a broma el infortunio
    despiertan no con menos ligereza, pese al corazón roto,
al corazón burlón, que apenas se atreve confesar
incluso para sí, la fuerza de su propia amargura.
Ni juzgues que aquellos de frías palabras,
    los de frentes oscuras, los de corazón de acero,
con la fuerza acostada, furtiva, solapada,
    de pensamientos que ocultan y punzadas que sienten,
    necesiten de una cavilación en respuesta para romper su sello,
¿quién puede saber qué olas batirán el mar callado,
    bajo el pobre llamamiento
desde costas lejanas, de un viento que no sientes?
Qué sonidos se despertarán dentro de la caracola,
sensible al encanto de quien sabe tocarla.

(John Ruskin)
(Traducción, Andrés Catalán)
(Original, aquí)






PD: En Vaso Roto apareció hace unos meses un estupendo volumen donde Jordi Doce recoge y traduce una selección de sus pensamientos. Aquí.







8 de agosto de 2014

De Lars Gustafsson

Recupero la nota introductoria que añadimos Neila García y yo a los poemas de Lars Gustafsson en el número 106 de Clarín (julio-agosto de 2013). Y añado un poema nuevo.


LAS EQUÍVOCAS TRANSPARENCIAS DE LARS GUSTAFSSON

"Aunque conocido fundamentalmente como novelista, Lars Gustafsson (Västerås, Suecia, 1936), autor de Muerte de un apicultor (1978; Nórdica Libros, 2006), es sin embargo un prolífico escritor que ha frecuentado todos los géneros. Incluido por Harold Bloom en su canon occidental, autor de más de cincuenta títulos entre ensayo y prosa, ha publicado además alrededor de veinticinco poemarios desde 1962, cuando vio la luz su Ballongfararna [Los aeronautas], hasta su último Elden och döttrarna [El fuego y las hijas] de 2012. Tal incesante -casi excesiva- actividad literaria no le ha impedido ser, además, uno de los polemistas más activos de Suecia: su oposición y críticas a la izquierda y a la burocracia acabaron motivando en 1983 la salida definitiva de un país en el que no podía considerarse ya más que un outsider. Establecido en Austin (Texas), se dedicó a la enseñanza de filosofía y cultura germánica en la universidad hasta que, en 2006, decidió volver a Suecia. El hecho de ser hoy día un habitante de la ciudad de Estocolmo no quiere decir que haya abandonado el cariz polémico de sus intervenciones: en 2009 apoyó públicamente al controvertido Partido Pirata sueco, que logró en las elecciones al Parlamento Europeo de ese año dos escaños con el 7% de los votos.

Pensador y filósofo, doctorado en filosofía teórica por la Universidad de Uppsala, interesado sobre todo en la construcción de la identidad personal y en la relación entre realidad y ficción, algunos de sus poemas podrían calificarse como filosóficos, pero esta carga (si podemos llamarla así) no intimida en modo alguno al lector: su poesía es ligera a pesar de manejar conceptos complejos, transparente como el aire de Suecia, como un perlado mueble de IKEA que escondiera tras su sencilla estructura y su pulida, dócil superficie un conglomerado apanalado de ideas. Como sucede con los poemas del premio Nobel Tomas Tranströmer, la sintaxis, el léxico, son sencillos; pero, como sucede con algunos vasos de agua aparentemente inofensivos, en esa claridad se agazapa a veces el misterio, el enigma cuyo vislumbre solo se le ofrece a quienes han hecho de la atención a las cosas más simples una obligación constante. Gustafsson no trata de acceder a la realidad interpretando lo que ve como una metáfora, sino que prefiere la mayor parte de las veces tratar de presentarlas de la forma más desnuda posible. Y en esa desnudez sugerir o jugar con sus significados. ¿A qué realidades atiende especialmente Gustafsson? En el prólogo a la antología americana de sus poemas titulada The stillness of the world before Bach (1988), Christopher Middleton trataba de elaborar un mínimo catálogo alfabético de los dispares y múltiples intereses a los que atendía tanto en sus novelas como en su poesía: acústica, aeronáutica, apicultura, arquitectura, ballet, climatología, cocina, filosofía, física, geología, esoterismo, identidad, informática, lingüística, matemáticas, música, ornitología, pintura, política, psicología, sexualidad, submarinos, tenis, teoría de información, utopías y zoología: los objetos de semejante campo de inquietudes se intercalan, dialogan, se reinventan y luchan en la mente que los explora y se plasman así, interconectándose mientras las perspectivas cambian y las relaciones se rehacen a la vez que se presentan, creciendo en número con cada nueva novela y poemario (una novela, dirá, es una casa; un poema es un hombre que recorre  uno de sus pasillos).

Sencillez, distanciamiento filosófico y acumulación de erudición no quieren decir que los poemas de Gustafsson sean fríos o faltos de experiencia humana. Cuando en 2005 fue invitado por el Festival Internacional de Rotterdam a pronunciar el tradicional discurso en defensa de la poesía, una característica le parecía indispensable: “en un mundo en el que casi la totalidad de la comunicación tiende hacia una perspectiva en tercera persona, esta perspectiva en primera persona [la de la poesía] cobra una importancia obvia por el hecho de ser simplemente algo poco común”. El lenguaje, dirá Gustafsson, puede que sea impersonal, incluso mecánico, pero alberga en sí la posibilidad de la expresión musical, de poder otorgar voz a la experiencia más íntima. Es la capacidad lógica de la poesía (que no estéril racionalidad) la que le interesa. La tradicional asociación romántica de la poesía con los sentimientos y la efusión resulta en su opinión en una “estética de pasta de dientes”: el poeta sería así un tubo dentífrico en cuyo interior habita la pasión y una vida emocional inestable; cuando presionamos el tubo, los sentimientos salen, mostrándose en una forma poética. Nada más alejado de la poesía, según Gustafsson. En ese mismo discurso desarrollaba por otro lado una comparación interesante: la poesía es como las matemáticas. Desde la antigüedad ambas forman parte de la humanidad de una forma destacada y a la vez selecta; ninguna de las dos es precisamente fácil de aprender, y no siempre son muy populares; decir “soy un poeta” y decir “soy un matemático” resulta igualmente pretencioso; las publicaciones en torno a las matemáticas y la poesía ven la luz en revistas económicamente inviables si no estuvieran apoyadas por agentes externos; el éxito en ambos campos no significa necesariamente un alcance de público amplio, sino que interesará tan solo a aquellos asiduos a esas publicaciones... y sin embargo nadie se preocupa de la necesidad de tener que defender las matemáticas. ¿De qué y por qué deberíamos sentirnos obligados a defender la poesía? ¿Necesita que la defendamos?

Los poemas de Gustafsson son artefactos juguetones y lúcidos en los que a veces el acentuado lirismo es aligerado por el tono filosófico, y a veces la aparente sencillez y sobriedad gana profundidad gracias a las sucesivas capas de pensamiento que este oculta. Como los viejos barcos "que rompen sus amarres durante la temprana / tormenta de otoño / y flotan a la deriva, / pesados, medio llenos de agua, / melancólica / y silenciosamente filosóficos / hasta que acaban pudriéndose rodeados de juncos", los poemas de Gustafsson se deslizan de lo anecdótico a lo sublime, de la sencilla limpieza invernal a la oscura complejidad humana."

(Andrés Catalan & Neila García, Clarín, nº 106, 2013)

****

ARISTÓTELES Y EL CANGREJO

Fuimos a comprar gusanos de cebo
a una tienda que anunciaba a las claras su función.

Encontramos lo que estábamos buscando:
gordos, trémulos gusanos de la harina,

del tipo que parecen preferir los peces de aquí.
Pero en medio del lugar había una enorme

vasija anticuada: azul, redondeada, y llena de
cangrejitos. Mi hijo pequeño estaba desconsolado

por tener que dejar aquellas criaturas fabulosas.
Compramos dos y los soltamos

en nuestro limpio, resplandeciente acuario
en el que los peces de colores se movían solemnemente

como viejos poetas por una academia ilustre. Y mirad,
una gran oscuridad descendió sobre todas las cosas;

discusiones y debates se llevaron a cabo
más allá de nuestra compresión; solo las algas

que llegaban a la superficie daban testimonio
de la lucha en las ocultas profundidades.

Al tercer día, las aguas se aclararon nuevamente.
Todo como antes. Pero no había cangrejo alguno

que ver. Decidimos que ahora estarían viviendo
como ermitaños, con una mayor sabiduría,

una existencia apartada de la vida pública
a mucha profundidad bajo el lecho del fondo.

Así es como lo dejamos, hasta que un día
abrí mi Aristóteles

y me topé con el insignificante cuerpo de un cangrejo,
plano como una planta en un herbario,

justo en el pasaje en el que el Filósofo
habla de la memoria y del recuerdo

de sucesos pasados. Y este capítulo,
una de las mejores cosas que nadie

ha escrito jamás de la memoria, estará
desde ahora en adelante asociado

con un olor nada fácil de olvidar:
cangrejos, ligeramente podridos.

(Lars Gustafsson)

(Traducción de Andrés Catalán)
 



2 de agosto de 2014

De pulpos, bañistas y amor: un poema de Mary Szybist


EN LA EXUBERANCIA

No es que el pulpo se niegue a quererte;
no es que no quiera alcanzarte
con cada uno de sus brazos alargados.

Le servirías igual que cualquier otra, creo,
a un pulpo. Pero las criaturas del mar,
al igual que el mar, no piensan

en sí mismas, o en ti. Continúa flotando ahí,
acunada, incapaz de quemarte. Déjate llevar
por el balanceo, por los agitados torbellinos, olvida

las pesadas piernas entre las flotantes praderas
         de algas y siente
                  la floración del fitoplancton, la espuma, las
         salpicaduras, los percebes. En el oscuro reino béntico, el resbaladizo necton
se desliza sobre las llanuras abisales y mientras flotas sientes
                            ese afloramiento de fría, profunda agua acariciarte
         la piel que te cubre
                   la columna. No, no es que el pulpo
                            se niegue a quererte. Si te tocara,

si probara tu sabor, cada uno de sus tres
corazones enrojecería.

¿Van los teólogos de cualquier religión a refutármelo?
No el salmón de azulado casquete. No su cabeza moteada.

(Mary Szybist, Incarnadine, Graywolf Press, 2013)
[Libro ganador del National Book Award 2013]

(Traducción de Andrés Catalán)

http://www.mariafilopoulou.com/

29 de julio de 2014

Más James Tate


MUY TARDE, PERO NO DEMASIADO TARDE

Fui el último en abandonar la fiesta. Les
dí las buenas noches a Stephanie y Jared. Ya estaban
en la cama. De hecho, estaban haciendo el amor,
pero se detuvieron y me agradecieron el haber acudido. Al recorrer
la Kellog Street, con la luna llena iluminando mi
camino, me pregunté quiénes eran realmente esas personas, y
por qué me habrían invitado. Me había sentido como un espía
toda la noche, absorbiendo inútiles cantidades de información.
Es asombroso lo que la gente llega a contarle a un completo
desconocido. Al final de la Kellog giré a la derecha por
la Windsor. Había una mujer bajo el alumbrado.
Parecía asustada. "¿Necesita ayuda?" le pregunté.
Vaciló en responder, pero finalmente dijo, "Me he
perdido". "¿A dónde quiere ir?" le pregunté.
"A Richard Street", dijo, "mi tía vive allí".
"No está lejos", dije, "la acompañaré
hasta allí". Y nos pusimos en camino. Notaba
que estaba aún algo inquieta. Su autobús había
llegado tarde, y esperaba que su tía la hubiera
ido a buscar, y nadie contestó el teléfono cuando
trató de hablar con ella. Cuando llegamos a casa de su tía
no había ni una luz encendida. Esperé mientras llamaba
a la puerta. Llamó más y más fuerte, pero
su tía no contestaba. "Escucha", le dije, "yo vivo
muy cerca. Vayamos a mi casa y llamemos
a la policía. Ellos lo solucionarán".
No le quedaban más opciones aparte de aceptar. Caminamos
en silencio, un silencio fluido, suave y abundante. Y cuando
alargó el brazo y me cogió la mano, sentí como
si mi vida hubiera comenzado.

(James Tate, original aquí)
(Traducción, Andrés Catalán)

Edward Hopper, Night Shadows, 1921

28 de julio de 2014

En el número 54 de El Cuaderno (marzo 2014) publiqué une reseña del libro de A. R. Ammons bien traducido por Daniel Aguirre Basura (Lumen, 2013), que incluye también una selección de poemas varios traducidos por Marcelo Cohen. La recupero aquí:


A. R. AMMONS
VERDAD, BELLEZA Y BASURA

A. R. Ammons
Basura y otros poemas
Edición bilingüe de Daniel Aguirre y Marcelo Cohen
Lumen, 2013
374 pp., 23,90 €

Con la basura, decía Ben Clark en el libro, homónimo a este, Basura (Delirio, 2011), «nada puede hacerse, / salvo esperar, y celebrarlo». Eso es precisamente lo que proponen las 18 secciones de este poema de más de 2000 versos titulado así, 'Basura', escrito en largos dísticos de aliento incesante. Una celebración serena y a la vez desbordada que tiene su origen en una anécdota aparentemente insulsa: la visión por parte del autor, mientras conducía por una autopista de Florida, de una enorme montaña de desperdicios sobrevolada por gaviotas y surcada por bulldozers: «la imagen sagrada de nuestro tiempo», según él. Ya lo dijo Wallace Stevens a mediados del siglo pasado: «El vertedero está repleto / de imágenes». Para Ammons, lo que observa es de tal enormidad que se convierte casi en un monumento a los dioses: «se arrastran los camiones de basura como con reverencia, / como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras / que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas / a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa / realista, las deidades de ingratas necesidades». No hace falta decir, claro, que la mayor construcción del hombre en Estados Unidos (y en el mundo) no es ningún acristalado rascacielos, catedral o templo: son las montañas, las imperecederas islas de basura. De ahí también, por tanto, la extensión que le exige el tema a este «gran poema / que el mundo está esperando». Tras la epifanía que le produjo la contemplación de aquel colosal vertedero se ha dicho alguna vez que el texto fue mecanografiado improvisada y convulsamente en un largo rollo de papel. Sigue gustándonos creer en los arrebatos místicos y en los favores de la furia poética. Nada más lejos de la verdad: desde aquel viaje en 1987 hasta la redacción definitiva -efectivamente en un rollo de papel de calculadora- del poema pasaron dos años, y cuatro más hasta la publicación del libro. Entretanto, un infarto, un triple bypass como consecuencia y no pocas dudas sobre el texto. Aceptado -para su sorpresa- por el editor, le supondría en 1993 su segundo National Book Award.

Pocos años después, en una entrevista en la Paris Review, diría sobre Basura: «Mi esperanza era lograr ver las semejanzas entre lo alto y lo bajo de lo secular y lo sagrado. Las pilas de basura de lenguaje usado son arrojadas a los pies de los poetas, y es su trabajo elaborar o resucitar un lenguaje capaz de levantar de nuevo el vuelo. El pecado y la muerte nos rebajan, y esperamos que la religión nos renueve. Usé la basura como si esta fuera el material que se presta a las posibles transformaciones, con la intención de desarrollar las relaciones entre lo alto y lo bajo». La cita es esclarecedora en el sentido de que establece las intenciones de un poema tan múltiple y multiplicador como este. El poema largo, descontrolado y a la vez con una espina dorsal definida, le proporciona a Ammons precisamente «un lugar  despejado y pura / libertad para tirar cualquier cosa». En el se dan cita lo alto y lo bajo, las referencias académicas y el lenguaje coloquialísimo, lo abstracto y lo prosódicamente llano (uno de sus vínculos con Robert Frost, junto al interés por el conflicto entre tecnología y naturaleza), con una sola separación entre todas las cláusulas: los dos puntos. «Esa fábrica de promesas», como los llamara Stephen Dunn, son lo que horizontalmente organiza los cúmulos, las capas de basura que pretende ser la larguísima sucesión de heterogeneidades abordada por el poeta. No el azar sino un orden, una estructura; como en el vertedero, todo se organiza por capas, por estratos, a pesar de que el flujo de la basura, como el del lenguaje, sea continuo y aleatorio.

Antes citaba a Stevens pero Ammons tiene más que ver con Eliot (a mitad del poema, de hecho, se cita, deformado, el «en mi fin está mi principio» de los Cuatro cuartetos). Es Eliot y a la vez su inverso, su vaciado: si el mundo de Eliot era la imagen de una tierra desolada espiritual y físicamente, Ammons describe aquí no una tierra baldía sino una tierra colmada, bullente de residuos (la palabra para estéril y para residuo es, curiosamente, la misma en inglés, "waste"). La basura todo lo iguala, todo lo resume, todo lo alegoriza. Somos seres para la muerte y para el vertedero. Es a la vez espejo de la individualidad y resumen de la forma de vivir de una civilización. Enfrentarse a lo que desechamos, a lo que no querríamos ver, es enfrentarnos a lo que nos define. Si podemos mantener los ojos abiertos quizá podamos lograr un giro «hacia lo posible, la esperanza, la verdad». 

Pero esto no es todo. El volumen se completa con una selección de poemas cortos de Ammons (incluido el magistral 'Mañana de Pascua', procedente de uno de sus mejores libros, A Coast of Trees), este caso en traducción de Marcelo Cohen, igual de bien resuelta que la Daniel Aguirre. Ojalá esa selección no dé por concluida la publicación de su poesía: en la obra de A. R. Ammons se encuentran algunos de los mejores libros de la literatura norteamericana reciente.

(Andrés Catalán, El Cuaderno, 54, 2014)



26 de junio de 2014

Un poema de James Tate


QUE SE JODAN LOS ASTRONAUTAS

I

A la larga tendremos que juntar las pesadillas
me espetó un ángel que fumaba un cigarrillo
en los escalones del último banco nacional.
La hago callar con el pulgar. No me hace falta
tanta palabrería tengo mis propios problemas.
Era algo triste, emocionante, y horrible.
Era algo emocionante, horrible, y triste.
Era algo horrible, triste, y emocionante.
Era algo incitante, disparatado, y vergonzoso.
Era algo adorable, alegre, y tentador.
A la larga tendremos que fumarnos un pulgar
palabrería tengo mi propio ángel
en los escalones de los problemas el banco
me espetó no me hace falta.
Me llevaré esta ventana de aquí
con sus mapas de hollín y arañazos
para que mis sueños se recuerden
unos a otros y para que a mis ojos no
los acabe cegando el nuevo mundo.

II

Las llamas ni bailan ni culebrean.
Han pintado la habitación de verde.
Hermosas y desnudas, las esposas
duermen frente al fuego.
Ahora está apagado. Los hombres
han vuelto a las casuchas,
asesinadas criaturas del suelo
del bosque entre sus blancos
furgones. Prácticamente eso
es todo, dice el otro,
vaciándole a la mujer
su cubo encima. Bueno, supongo
que lo tenemos todo, dice uno,
rebuscando por entre el barro,
como si fuera un niño.
Ahora recuerdan que quieren
ese barro, que no puede acordarse
para qué se han reunido.
Lo dividen en parcelas: cuando
están lo suficientemente borrachos
se marchan a la ciudad con
un cubo de barro, diciendo
podemos seccionarlo y meterlo
en un molino como una vaca hinchada.

Más tarde, pintan el interior
de la choza de negro,
y se sientan a papar moscas toda la noche,
quieren algo que sea real, útil,
pero no hay nada.

III

Voy a diseñar el amanecer
han desmantelado nuestras sombras
nuestros ecos se han borrado de los muros
tus pezones son esqueletos de aceituna
tus pezones son una delicia oriental
tus pezones se vuelan como el papel de fumar
tus pezones son la boca de los mudos
así que yo ya no sigo aquí
madeja de rayos
la tinta oscura de la memoria en tu última sonrisa
donde las estrellas se han tragado su horario de trenes
donde las estrellas se han ahogado con sus oscuras enaguas
como una suela de hamburguesa
recibiendo el rayo
directo en su clítoris
rojo sobre rojo el prisionero
confiesa su vals
a través de la espiral del rayo
olvídate del rayo
en tus dientes bailemos un vals
soy la máquina de pinball de hachís
que viola los pianos.

(James Tate, Selected Poems, 1991)
(Traducción de Andrés Catalán. El original, aquí.) 

(Otro poema de Tate en el blog de Jordi Doce, aquí.)








22 de junio de 2014

Un poema de Robert Pinsky

Acaba de aparecer en Vaso Roto Ginza Samba: Poemas escogidos, una selección de poemas del norteamericano Robert Pinsky que he traducido junto a Luis Alberto Ambroggio. Como ya he hablado otras muchas veces de Pinsky (aquí), me limitaré a compartir un poema del libro como invitación a adentrarse en una obra que me parece fascinante.

LA CIUDAD

Vivo en la pequeña aldea del presente
pero últimamente ya no sé cómo se llaman mis vecinos.
Más y más a menudo paso mis días en la Ciudad:

la gran metrópolis en la que puedo tener la esperanza
de vislumbrar imponentes espíritus cruzando la calle,
almas resistentes como la cucaracha y el pez pulmonado.

Cuando era joven, vivía en una aldea diferente.
Teníamos desfiles: el circo, el fuerte cercano.
Y el rabino Gewirtz inventó un juego llamado «Béisbol».

Para alcanzar primera base tenías que cantar correctamente
dos versos en hebreo. Los errores eran eliminaciones.
Un strike por cada tartamudeo o titubeo.

Los chicos dábamos gracias a la benevolencia del rabí,
cómo lograba equilibrar la inmensidad de las palabras
escritas en letras de fuego por el mismísimo Dios

con nuestro simple béisbol, con las cosillas que sabíamos...
O quizás recuerde yo mal, quizás los chicos pensábamos
(no había chicas) que el béisbol era la Ciudad

y que el lenguaje que aprendíamos a base de repetir
–con un poco de atención al significado, de vez en cuando–
era algo pequeño y local. Las Grandes Ligas, la Ciudad.

A uno de los chicos lo mataron pocos años después,
vistiendo el uniforme, a miles de millas de distancia.
Era un muchacho estúpido: las veces que yo hacía de capitán,

si se las arreglaba para llegar hasta primera base,
nunca lo dejaba avanzar dos líneas
para forzar un doble. Hace tantísimo tiempo...

A veces creo que nunca he visto la Ciudad,
que el lugar donde he estado es solo un barrio infame
en el que me convenzo de que estoy en el centro.

O: salvajadas, decapitaciones, ejecuciones en masa,
tropas con órdenes de violar y humillar –las noticias,
los Salmos, las epopeyas–, ¿y si la Ciudad es eso?

Gewirtz, nos contó, significa mercader de especias.
Anís y mejorana para el embalsamamiento de cadáveres,
para conservar o mejorar la comida y la bebida:

la materia de la civilización, como los juegos o los versos.
La otra noche soñé con aquel muchacho,
aquel insensato que murió en la guerra:

acercaba la silla para mirar hacia la pared.
Yo pretendía que leyera del libro de oraciones.
Él no contestaba, no iba a jugar a ese juego.

(Robert Pinsky, Ginza Samba: Poemas escogidos, Vaso Roto, 2014)


(Traducción, A. Catalán)











29 de mayo de 2014

Sobre Rusell Edson


El verano pasado me topé con la poesía de Russell Edson en un artículo de Vila-Matas sobre Lydia Davis (esta le mencionaba que "por cada millón de poemas que lamentan el cruel destino de un alma profundamente incomprendida, existe un poema divertido de Russell Edson) y, tras leer algunos, entusiamado por la mezcla de absurdo, lírica e insolencia, traducirlos a toda velocidad, mandarme un par de emails con Vila-Matas, tras algún otro artículo (aquí) y alguna otra traducción, salió una selección hecha por mí en un número reciente de Cuadernos Hispanoamericanos. Unas semanas después de todo esto, Edson moría a la edad de 79 años.



Poco sabía de Edson entonces y poco sé ahora: era un tipo alejado de la escena literaria, "a bit reclusive", me dijo Robert Pinsky cuando le pregunté, algo huraño, del que no es fácil conseguir demasiados datos. Pero siguen fascinándome su falta de pretensión literaria, su desenfado, su alegría. En las grabaciones que hay de él el público suele guardar un silencio incómodo y dubitativo, sin saber si hay que reirse de estos "poemas" o por el contrario tomárselos en serio, hasta que el propio Edson estalla en carcajadas ante sus propios despropósitos verbales y el público se le une aliviado. Es un tipo que difícilmente puede caerte antipático. Hace poco Charles Simic recordaba a su amigo Edson (aquí), y describía bien la manera en que este abordaba los poemas:

"Edson decía que quería escribir sin deudas u obligaciones hacia ninguna forma o idea literaria, una poesía liberada de la definición de poesía y una prosa libre de las necesidades de la ficción, liberada incluso de su autor y de sus propias expectativas. Lo que le hacía apreciar los poemas en prosa, decía, es su torpeza, su falta de ambición, y su sentido de lo raro. Si el producto acabado resultaba ser una obra literaria, esto era solamente algo fortuito respecto a sus intenciones. En otras palabras, concebía la poesía como un avión de hierro fundido que vuela esporádicamente, principalmente debido a que a su piloto no parece preocuparle si vuela o no. La verdadera sorpresa llega cuando nos damos cuenta de que lo que estamos leyendo no es la labor de un bromista, sino la de un pensador satírico y serio".

Uno de los poemas que más me gustan, especialmente cruel, es el siguiente:

SIMIO

No te has terminado tu simio, le dijo madre a padre, que tenía pelo de mono y sangre en las barbas.
Suficiente mono, gritó padre.
No te comiste las manos, y me tomé la molestia de hacer aritos de cebolla para los dedos, dijo madre.
Picaré un poquito de su frente, y con eso bastará, dijo padre.
Le he rellenado la nariz con ajo, tal y como te gusta, dijo madre.

¿Por qué no haces que el carnicero te trocee estos simios? Lo pones entero en la mesa cada noche; el mismo cráneo fracturado, la misma piel chamuscada, como alguien que hubiera muerto horriblemente. Esto no son cenas, son disecciones post-mortem.

Prueba un pedacito de encía, le he rellenado la boca de pan, dijo madre.
Agh, parece una boca llena de vómito. ¿Cómo voy a hincarle el diente a la mejilla con el pan derramándosele de la boca? gritó padre.
Parte una de las orejas, están tan crujientes, dijo madre.

Daría lo que fuera por que les pusieras calzoncillos a estos simios; aunque fuera un suspensorio, aulló padre.
Padre, cómo te atreves a insinuar que veo al simio como algo más que simple carne, aulló madre.
Bueno, ¿qué hay de esa cinta atada con un lazo en sus partes nobles? aulló padre.

¿Estás diciendo que estoy enamorada de esta criatura inmunda? ¿que rendiría mi abertura de mujer a esta bestia? ¿Que después de que hubiéramos hecho el amor en el suelo de la cocina lo metería en el horno, tras romperle la cabeza con una sartén; y que se lo serviría después a mi marido, para que mi marido se comiera las pruebas de mi infidelidad...?

Solo digo que estoy jodidamente harto de cenar simio cada noche, gritó padre.

(Russell Edson)
(Traducción de A. Catalán)

10 de mayo de 2014

Un poema de Saskia Hamilton



EMPIEZA A LLOVER

Mi amigo, uno de los cuatro jinetes del apocalipsis,
es capaz de divisar a los otros, "poniéndonos en peligro".
Nos dirigimos al Seven Stars a beber algo.
Los parroquianos se desparraman con la noche,

en la acera florecen las camisas blancas.
Luego los teléfonos, todo sonrisas, y los desastres
desaparecen, y ambos dejamos de llevar la cuenta,
y yo escucho, y empieza a llover, y nos devuelve

a la habitación cargada y ruidosa, húmeda de cerveza,
donde los abogados debaten las conclusiones
del día y él aún podría aparecer, creemos.

(Saskia Hamilton, Corridor, Graywolf Press, 2014)
(Traducción de A. Catalán, el original aquí)


17 de abril de 2014

Dos Venus del espejo y algo así



LA VENUS DEL ESPEJO

La vida vierte imágenes, las fortuitas
borradas al instante cuando la purificadora mente
detecta su repercusión como superflua:
pero estas quizá dejen algún rastro provechoso tras de sí.

Así en este espejo pintado se proyecta
el escudo que a salvo presentó la cabeza de Gorgona.
Una farsa. – Pero incluso reflejado
el joven rostro parece golpearnos, si no hasta la muerte,

al menos hasta un instantáneo invierno
al que vida y razón no podrán enfrentarse,
congelando al observador y a la pintura
en una singular inmovilidad mítica.

Pero bajo el clima inmutable del pigmento
el artista solo quiso concebir
una postura que pudiera mostrarle, por completo,
rostro, hombros, cadera, deliciosos muslos suaves.

De manera que con la imagen imperfecta como inicio
llegamos finalmente a analizar y poner nombre
a la luminosa oscuridad en las profundidades del arte:
la ausencia de tiempo que nos sostiene es la misma

que esta de la sexual mirada trascendente
y el arte cobra brillo a la luz que derrama,
directa o no, sobre los habitantes
de nuestra imaginación y nuestras camas.

(Robert Conquest)
(Traducción de A. Catalán)
(Original, aquí)


LA VENUS DEL ESPEJO

Pensemos en la muerte enamorada
La muerte que es la espalda de la vida
O su pecho quizás, ida o venida,
Que hasta abrazarla no sabremos nada.

Creemos que la vida es nuestra amada,
Que la besamos en la frente ardida
Y que detrás hay una nuca hundida
Que acaricia la mano trastornada.

Y vivimos tal vez frente a un desnudo,
Una espalda hermosísima o escudo:
La Venus del espejo de la muerte.

Más allá, al fondo, sus dos ojos brillan
De malicia o de amor, nos acribillan.
Oh Venus, ven, que quiero poseerte.
 
(Gerardo Diego)
 
 
EL DESEO DE HACER EL AMOR EN UNA PAGODA

Decir «así, tranquila, solo
voy a sentarme aquí, a mirar tu desnudo.
Esta mañana no hay
que trabajar». Pero nunca lo he dicho.
No he tenido ocasión. Ellas son siempre inquietas
o quizá el nerviosismo de la puerta, los ruidos...

Mirar una desnuda espalda detenida,
deshechos el amor y deshecha la cama,
lenta, opaca la sombra
de la cadera triste ausente de mis manos,
mirando solamente, sin llegar a tocarnos
como si objetos fuésemos de una naturaleza
muerta muy mal pintada —la lámpara, los codos,
la curva muy absorta contra lo ojos quietos—,
mirando solamente mientras afuera el mundo
lo ejecuta un pintor con ínfulas y obreros.

No he tenido ocasión. Es posible que alguien
sí la haya tenido. Lo más cerca que he estado
es esta tarde inglesa, en la National Gallery,
solamente desnudos los pies, sentado en una silla
frente a la suave Venus y el espejo.

El deseo de hacerle, tras un rato,
salvajemente el amor en esa alcoba.

(Andrés Catalán, Ahora solo bebo té, 2014)




15 de abril de 2014

Dos poemas del premio Pulitzer 2014


NÚMERO IMAGINARIO

La montaña que queda tras la destrucción del universo
ni es grande ni es pequeña.
Grande y pequeño son

categorías comparativas, ¿y con qué
podría la montaña que queda tras la destrucción del universo
compararse?

La percepción observa y se calma.
El alma se abre paso entre los pedregales.
El alma,

como la raíz cuadrada de -1,
es una imposibilidad que tiene sus usos.


SUPERVIVIENTE

Te reprochamos que sobrevivieras.
Gente mejor que tú está muerta,
pero tú sigues fichando cada día.
Tu cuerpo se ha agostado pero no ha derramado

su esencia sobre el suelo mortífero
o fallecido en cuidados intensivos
o desaparecido al salir del colegio
o saltado del alfeizar en desesperación.

De todos aquellos con los que comenzaste,
solo tú sigues por aquí;
solo tú no has engrosado la lista
de los derrotados y los ahogados.

¿Así que cómo ibas a ganarte nuestro respeto?—
tú, que tuviste el sentido común de agacharte,
tú, con toda tu fuerza prácticamente intacta
y toda tu buena suerte.

(Vijay Seshadri)
(Traducción, Andrés Catalán)
(Originales, aquí y aquí)



23 de febrero de 2014

De Girri, Modigliani y otros amigos


En Los versos más míos, el bonito proyecto de Ángel Talián, hablo un poco de 'Modigliani', un poema del argentino Alberto Girri. Llamo, además, hijodeputa a Góngora y a Lorca, pero con razón.

Mi entrada, aquí.
Y el proyecto, aquí o en la imagen.

http://www.losversosmasmios.com/




17 de febrero de 2014

Dos anécdotas


ANÉCDOTA DE LA TAZA
(A la manera de W. S.)
 

En la mesa la puse, un fuselaje
de cerámica y bordes. Piel de nada.
El agua circular ya no, ya no la espera
a que se enfríe un poco, a que la boca
la toque sin sufrir, a que el sabor
despierte en la pupila claridad o señuelo.
No la rodea más que la madera
de la mesa. Nada le dice al cuarto
pero de alguna forma —a pesar de lo rojo
tan escueto, del sencillo motivo
que la adorna— algo de lo que calla
me parece escritura
del azar de los dioses que nunca escriben nada.

(De Ahora solo bebo té, Pre-textos, 2014) 

ANECDOTE OF THE JAR

I placed a jar in Tennessee,
And round it was, upon a hill.
It made the slovenly wilderness
Surround that hill.

The wilderness rose up to it,
And sprawled around, no longer wild.
The jar was round upon the ground
And tall and of a port in air.

It took dominion every where.
The jar was gray and bare.
It did not give of bird or bush,
Like nothing else in Tennessee.

(Wallace Stevens, en Harmonium, 1919)