EN LA EXUBERANCIA
No es que el pulpo se niegue a quererte;
no es que no quiera alcanzarte
con cada uno de sus brazos alargados.
Le servirías igual que cualquier otra, creo,
a un pulpo. Pero las criaturas del mar,
al igual que el mar, no piensan
en sí mismas, o en ti. Continúa flotando ahí,
acunada, incapaz de quemarte. Déjate llevar
por el balanceo, por los agitados torbellinos, olvida
las pesadas piernas entre las flotantes praderas
de algas y siente
la floración del fitoplancton, la espuma, las
salpicaduras, los percebes. En el oscuro reino béntico, el resbaladizo necton
se desliza sobre las llanuras abisales y mientras flotas sientes
ese afloramiento de fría, profunda agua acariciarte
la piel que te cubre
la columna. No, no es que el pulpo
se niegue a quererte. Si te tocara,
si probara tu sabor, cada uno de sus tres
corazones enrojecería.
¿Van los teólogos de cualquier religión a refutármelo?
No el salmón de azulado casquete. No su cabeza moteada.
(Mary Szybist, Incarnadine, Graywolf Press, 2013)
[Libro ganador del National Book Award 2013]
(Traducción de Andrés Catalán)
http://www.mariafilopoulou.com/ |
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