19 de julio de 2011

Los cazadores de Brueghel: tres versiones

PAISAJE INVERNAL

Los tres hombres que descienden por la colina invernal
en ropajes marrones, con largas pértigas y una jauría
pegada a los talones, a través de la disposición de los árboles,
pasadas las cinco figuras junto a la hojarasca quemándose,
regresando fríos y callados a su ciudad,

regresando a la nieve amontonada, la pista de hielo
alegre y llena de niños, a los mayores,
los anhelados compañeros que nunca pueden alcanzar,
la luz azul, hombres con escaleras, cerca de la iglesia
el trineo y la sombra en la calle crepuscular,

no saben que en el arenoso tiempo
que ha de venir, ocurrido ya el grosero menoscabo
de la historia, serán vistos sobre la cima
de esa misma colina: cuando toda su compañía
se haya perdido sin remedio,

estos hombres, en particular estos tres vestidos de marrón
a los que los pájaros observan, conservarán la escena y nos dirán
a partir de su configuración con los árboles,
el pequeño puente, las casas rojas y el fuego,
qué lugar, qué tiempo, qué ocasión matutina

los envió al bosque, una jauría
pegada a los talones y las largas pértigas sobre los hombros,
para de allí volver tal como ahora los vemos y
con nieve hasta las rodillas descender la colina
invernal, mientras tres pájaros los observan y un cuarto alza el vuelo.

(John Berryman, Los desposeídos, 1948)
(Traducción de A. Catalán)


LOS CAZADORES EN LA NIEVE

En conjunto el cuadro es el invierno
gélidas montañas
al fondo el regreso

de la cacería es hacia el atardecer
desde la izquierda
los robustos cazadores guían

su jauría el letrero de la posada
colgando de un
gozne roto es un venado un crucifijo

entre sus astas el frío
patio de la posada está
desierto salvo por la fogata enorme

que flamea al viento atendida por
mujeres que se agrupan
en torno a la derecha más allá

de la colina hay un motivo de patinadores
Brueghel el pintor
preocupado por todo esto ha escogido

un arbusto azotado por el viento como
primer plano para
completar su cuadro

(William Carlos Williams, Cuadros de Brueghel, 1962)
(Traducción de A. Catalán)


REGRESO DE LOS CAZADORES
(Brueghel el Viejo)

Podemos esperar a que desciendan
la colina los pobres cazadores
y su hambrienta jauría que no tiene
ni para un mal bocado con la única
liebre cobrada para tanto blanco.

Y acercarnos al fuego que alimentan
los mesoneros bajo el colgadizo.

Y, mientras esperamos, deslizar
la mirada por todos los canales
helados, por el cielo
verde, por las montañas que rechazan
la nieve de lo abruptas;
ver los patinadores del domingo
—¡qué caída se ha dado aquél!—, el puente
por donde pasa la mujer del loco
cargada con un haz de leña. Cuatro
campanarios se ven, una carreta
por el camino principal, un hombre
allá a lo lejos solo, la escalera
del deshollinador y los tejados
blancos y...¡mira el humo cómo sale!

Podemos esperar —ya están llegando
al puente de ladrillo— a que se pierdan
de vista tras la casa del herrero.
Y saltar por encima de la zarza
y coger la pendiente —¡hasta se puede
bajar rodando! — hasta el canal más próximo.

Sí, porque, aunque tengo frío y cien florines
en la bolsa, me da muy mala espina
el que esté desprendido el rótulo de un lado
y la ventana abierta.

No, porque —y como señal de que no debo
moverme de mi sitio— cada poco
cruzan por turno el aire las urracas
descuideras, tachando la posible
apacibilidad con una línea
de tinta negra (el blanco de su vientre
sin querer se confunde con la nieve).

(Aníbal Núñez, Figura en un paisaje, 1974)

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