15 de septiembre de 2025

'Muertes y entradas', de Dylan Thomas

 

 

Casi en la incendiaria víspera 

    de varias muertes cercanas,

cuando lo menos uno de tus más amados

    y conocidos de siempre tenga que abandonar  

los leones y las llamas de su aliento aéreo,

    de tus amigos inmortales

quién levantará los órganos del escrutado polvo

    para emitir y cantar tu alabanza,

aquel que llamó de lo más hondo guardará silencio,

    uno que no puede ahogar o interrumpir

    eternamente ante su herida

en el enajenante dolor de tantos casados de Londres.

 

Casi en la incendiaria víspera 

    cuando ante tus labios y tus teclas,

que se cierran, que se abren, se tambaleen las extrañas víctimas,

    aquella que es la más desconocida,

tu vecina estrella polar, sol de otra calle,

    caerá en picado hasta las lágrimas.

Lavará su sangre derramada en el mar viril

    que holló por tus muertos

y tejerá su globo con tu hilo de agua

    y llenará la garganta de los proyectiles

    con todos los gritos desde que la luz

por primera vez destellara en sus ojos tronantes.

 

Casi en la incendiaria víspera 

    de muertes y de entradas,

cuando cercanas y extrañas víctimas en las oleadas de Londres

    hayan buscado tu tumba solitaria,

un enemigo, de muchos, que bien sabe

    que tu corazón es luminoso

en la vigilada oscuridad, temblando en cerraduras y cuevas,

    atraerá los relámpagos

para apagar el sol, caer, montar tus teclas oscurecidas

    y alejar solamente a los jinetes chamuscados,

hasta que ese al que menos amaste

    aceche al último Sansón de tu zodiaco.

 

  (trad. Andrés Catalán)

 

 


 

 

 

 

 

 

 

14 de septiembre de 2025

'Vemos levantarse el viento secreto tras el cerebro,' de Dylan Thomas

 

Vemos levantarse el viento secreto tras el cerebro,

la esfinge de luz posarse en los ojos,

el código de los astros traducirse en el cielo.

Una noche secreta desciende entre

el cráneo, las células, las plegables orejas

sosteniendo eternamente la luna muerta.

 

Un grito sube al cielo como un cohete,

calamidad del populacho de los ciegos

decoradores de la frente de la ciudad,

doradores de calles, las manos del populacho

aplauden a la atareada hermandad

de la vara y la rueda que resucita a los muertos.

 

Una deidad urbana, movida por turbinas, esculpida de acero,

relumbra en las calles eléctricas;

un salvador urbano, en el huerto

de farolas y frutas de altos voltios,

pronuncia un evangelio de acero a los desgraciados

que hacen girar las ruedas y fijan los tornillos.

 

Oímos levantarse el viento secreto tras el cerebro,

la voz secreta nos grita en los oídos,

el evangelio urbano clama al cielo.

Sobre la deidad eléctrica crece

un Dios, más poderoso que el sol.

Las ciudades no nos robaron los ojos.

 

(Trad. de Andrés Catalán) 

'Una obra griega en un jardín', de Dylan Thomas

 

Una obra griega en un jardín

 

Una mujer llora a sus muertos entre los árboles,

bajo el verde dosel se lamenta de los vivos;

el avivado sol se duele de los cielos moribundos,

y dolido se oculta. Apiádate del amor que Electra

 

siente por todo el imperio de orgullo de Orestes

reducido a polvo en el pequeño reino de una urna,

por Agamenón y su regia sangre

que corre gritando por sus venas. No hay sol ni luna

 

que pueda iluminar la negra oscuridad de su rostro,

ningún viento egeo que calme su roto corazón;

no hay cuevas marinas más hondas que sus ojos;

el día holla los árboles y ella la noche cavernosa.

 

Entre los árboles el lenguaje de los muertos

resuena, lleno de vida, desde una máscara pintada;

la reina es asesinada; las manos de Orestes chorrean sangre;

todas las mujeres hablan del horror en el crepúsculo.

 

No pueden quedar muchas lágrimas: Electra derramó

todas las lágrimas de un país y expresó toda desesperanza

ante la carne que perece y la sangre que se vierte

y el amor que se marchita como lo hace una flor.

 

Apiádate de los vivos que están perdidos, solos;

los muertos en el Hades tienen muchos amigos,

la reina muerta paseó con el rey de Micenas

por las arboledas del Hades y los Reinos Eternos.

 

Apiádate de Electra que no tiene amor, cuya pena

ahoga y que la ahoga, que declara a los astros

sus sílabas, y a los dioses su amor;

apiádate de los pobres que no conocen las lágrimas.

 

Entre los árboles del jardín arrulla una paloma,

que nada sabe del drama que estos tristes actores recitan

sobre malvados oráculos y desgracias funerarias;

una paloma arrulla y las mujeres hablan de la muerte.

 

(Traducción de Andrés Catalán) 

'Ámame, no como las soñadoras enfermeras', de Dylan Thomas

 

Ámame, no como las soñadoras enfermeras

a mis pulmones derrotados, ni como el ciprés

en su vejez a la arcilla de la joven.

Ámame y quítate la máscara.

 

Ámame, no como las muchachas celestes

a sus amantes etéreos, ni como las sirenas

a sus amantes salados de los mares.

Ámame y quítate la máscara.

 

Ámame, no como la paloma alborotada

a las copas de los árboles, ni como la legión

de gaviotas al labio de las olas.

Ámame y quítate la máscara.

 

Ámame, como el topo ama a su negrura

y al asustadizo ciervo la tigresa:

que odio y temor sean tus dos amores.

Ámame y quítate la máscara.

 

(Trad. Andrés Catalán)