LA QUIMERA
No sé si entre rocas tu pálido
rostro se me apareció, o si sonrisa
de desconocidas lejanías
fuiste, la gacha ebúrnea
frente refulgente oh joven
hermana de la Gioconda:
oh de las primaveras
apagadas, por tu mítica palidez
oh Reina oh Reina adolescente:
pero por tu desconocido poema
de voluptuosidad y de dolor
música niña exangüe,
marcado por una línea de sangre
en el círculo de los labios sinuosos,
Reina de la melodía:
pero por la virgen cabeza
reclinada, yo poeta nocturno
velé las vívidas estrellas en los piélagos del cielo,
yo por tu dulce misterio
yo por tu devenir taciturno.
No sé si la pálida llama
fue de los cabellos el vivo
signo de su palidez,
no sé si fue un dulce vapor,
dulce sobre mi pena,
sonrisa de un rostro nocturno:
miro las blancas rocas las mudas fuentes de los vientos
y la inmovilidad de los firmamentos
y los arroyos crecidos que pasan sollozando
y las sombras de las obras humanas curvadas allí sobre las álgidas lomas
y todavía por tiernos cielos corren lejanas sombras claras
y todavía te llamo todavía te llamo Quimera.
(Traducción de Andrés Catalán y María Bastianes)