23 de febrero de 2016

Un poema de Thomas Hardy


ROMA, EN LA PIRÁMIDE DE CESTIO CERCA DE LAS TUMBAS DE SHELLEY Y KEATS

¿Quién era, entonces, Cestio,
y quién es para mí?
De las mil ocurrencias y los muchos recuerdos
uno solo me evoca.


Nada de lo que hiciera
me viene a la memoria;
para mí es un hombre que murió y fue enterrado
para dejar una pirámide

cuya intención fue expresada
no por su primer diseño,
no hasta que, mucho Tiempo después, junto a él
descansaron dos compatriotas míos.

Cestio en vida, tal vez,
asesinara, arrojara amenazas;
lo ignoro. Esto sé: su muerte y su silencio
hacen algo de mucha más nobleza

al guiar los pies de tantos peregrinos
con un marmóreo dedo hasta donde,
junto al muro sombrío y la calle donde ronda la historia,
descansan estos cantores sin igual…

—Di, entonces, que vivió y murió
para que esas piedras que llevan su nombre
señalaran, con el Tiempo, el lugar donde moran dos Sombras inmortales;
es una fama que le basta y sobra.

(Thomas Hardy)
(Traducción, A. Catalán)


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