NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA BUENA NOCHE
No entres dócilmente en esa buena noche,
la vejez debe arder y delirar al acabar el día;
rabia, rabia ante la muerte de la luz.
Aunque el sabio sepa al llegar su fin que es justa la tiniebla,
porque sus palabras no desataron el relámpago, él
no entra dócilmente en esa buena noche.
Los hombres de bien, en la última ola, que se lamentan
del brillo con que pudo danzar su frágil gesta en una verde bahía,
rabian, rabian ante la muerte de la luz.
Los locos que atraparon al vuelo al sol y lo cantaron,
y descubren, ya tarde, que solo lo lloraron a su paso,
no entran dócilmente en esa buena noche.
Los hombres graves, moribundos, que ven con vista ciega
que el ojo ciego puede arder cual meteoro y ser dichoso,
rabian, rabian ante la muerte de la luz.
Y tú, padre mío, allí en esa triste altura,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche,
rabia, rabia ante la muerte de la luz.
Dylan Thomas
(Original, aquí)
(Traducción de Andrés Catalán)
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