Una obra griega en un jardín
Una mujer llora a sus muertos entre los árboles,
bajo el verde dosel se lamenta de los vivos;
el avivado sol se duele de los cielos moribundos,
y dolido se oculta. Apiádate del amor que Electra
siente por todo el imperio de orgullo de Orestes
reducido a polvo en el pequeño reino de una urna,
por Agamenón y su regia sangre
que corre gritando por sus venas. No hay sol ni luna
que pueda iluminar la negra oscuridad de su rostro,
ningún viento egeo que calme su roto corazón;
no hay cuevas marinas más hondas que sus ojos;
el día holla los árboles y ella la noche cavernosa.
Entre los árboles el lenguaje de los muertos
resuena, lleno de vida, desde una máscara pintada;
la reina es asesinada; las manos de Orestes chorrean sangre;
todas las mujeres hablan del horror en el crepúsculo.
No pueden quedar muchas lágrimas: Electra derramó
todas las lágrimas de un país y expresó toda desesperanza
ante la carne que perece y la sangre que se vierte
y el amor que se marchita como lo hace una flor.
Apiádate de los vivos que están perdidos, solos;
los muertos en el Hades tienen muchos amigos,
la reina muerta paseó con el rey de Micenas
por las arboledas del Hades y los Reinos Eternos.
Apiádate de Electra que no tiene amor, cuya pena
ahoga y que la ahoga, que declara a los astros
sus sílabas, y a los dioses su amor;
apiádate de los pobres que no conocen las lágrimas.
Entre los árboles del jardín arrulla una paloma,
que nada sabe del drama que estos tristes actores recitan
sobre malvados oráculos y desgracias funerarias;
una paloma arrulla y las mujeres hablan de la muerte.
(Traducción de Andrés Catalán)
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