24 de febrero de 2019
Un poema de P. P. Pasolini
Acabada la fiesta en una Roma sorda
a toda expectativa ingenua, acabado el día,
como basura al viento los pasos
del regreso, las voces, los silbidos, van
muriendo ampliamente por las calles, ya escasos
en los zaguanes. Es la pausa de la cena:
después, más tarde, con la pesadez inquieta
de la sombra sucia, sin aire, en la
ropa festiva de una gente extraña,
allí donde el caos de la ciudad se congela
en claridades de luces que jalonan
las calles tapiadas por una paz
de muerte, vuelve la antigua noche...
Por los abandonados paseos fluviales
las resplandecientes coronas de los faros,
alguna estrella al flanco de las nubes...
y en la periferia, de Testaccio
a Monteverde, se estanca un temblor
cansado y húmedo de voces de peatones
y de motores: remota incrustación
de nuestro mundo sobre el mudo universo.
(Pier Paolo Pasolini, Roma 1950. Diario, 1960)
(Traducción de Andrés Catalán)
18 de febrero de 2019
Otro poema de Ingeborg Bachmann
CIERTA CLASE DE PÉRDIDA
De uso compartido: las épocas del año, los libros y algo de música.
Las llaves, las tazas de té, la cesta del pan, sábanas y una cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, usados, gastados.
Unas normas de casa respetadas. Dichas. Hechas. Y siempre tendida la mano.
Me enamoré del invierno, de un septeto vienés y del verano.
De mapas, de una cabaña en la montaña, de una playa y una cama.
Un culto hecho de fechas, de irrevocables promesas,
de adorar un poco y ser devoto ante nada,
(...los periódicos doblados, las cenizas frías, el trozo de papel con una nota a mano)
de religión intrépida, puesto que la iglesia era esta cama.
De la vista del lago surgió mi inagotable pintura.
Desde el balcón había que saludar a la gente, mis vecinos.
A salvo junto a la chimenea cobraba su color más intenso mi pelo.
Era el timbre de la puerta al sonar la alarma de mi alegría.
No es a ti a quien perdí,
sino al mundo.
(I. Bachmann)
De uso compartido: las épocas del año, los libros y algo de música.
Las llaves, las tazas de té, la cesta del pan, sábanas y una cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, usados, gastados.
Unas normas de casa respetadas. Dichas. Hechas. Y siempre tendida la mano.
Me enamoré del invierno, de un septeto vienés y del verano.
De mapas, de una cabaña en la montaña, de una playa y una cama.
Un culto hecho de fechas, de irrevocables promesas,
de adorar un poco y ser devoto ante nada,
(...los periódicos doblados, las cenizas frías, el trozo de papel con una nota a mano)
de religión intrépida, puesto que la iglesia era esta cama.
De la vista del lago surgió mi inagotable pintura.
Desde el balcón había que saludar a la gente, mis vecinos.
A salvo junto a la chimenea cobraba su color más intenso mi pelo.
Era el timbre de la puerta al sonar la alarma de mi alegría.
No es a ti a quien perdí,
sino al mundo.
(I. Bachmann)
(Traducción de A. Catalán)
16 de febrero de 2019
Cuatro estelas funerarias de los museos capitolinos de Roma
En esta respetable tumba Gliconia yace en paz: dulce de nombre, pero aún
más dulce de espíritu. Nunca le preocupó la vida para ella demasiado
austera, al contrario, con locura y placer prefirió embriagarse de vino e
interpretar canciones con sencillez. A menudo se entretenía tejiendo con
dulce amor suaves guirnaldas de flores para sí y para sus hijos, a los
que dejó en su pubertad; los hijos que engendró eran hermanos a
semejanza de Cástor y Pólux. Merecedora de una dichosa vida eterna, se
apresuró hacia allí donde los buenos hados nos reclaman. Publio Mattio
Chariton hizo construir esta tumba para su estimada esposa.
**
A los espíritus de los antepasados. Aquí yazco, Claudio Diadumeno, de profesión poeta, en un tiempo enriquecido por los encargos del César, aunque nunca me dominó el amor por la fama; al contrario, siempre llevé una modesta vida. Oh Hyllo, oh padre, ya estamos juntos. No deseo crear una conmoción: esta casa es un lugar acogedor para ambos. Claudia Fructiana construyó este monumento para su digno esposo.
A los espíritus de los antepasados. Los padres Lucio Attidio Kritias y Peregrina mandaron hacer este sepulcro para su dulcísimo hijo Kritias, que vivió 2 años, 7 meses, 15 días y 5 horas y media. Ah, extranjero, custodio a un jovencito de nombre Kritias, de 2 años y casi 8 meses, pero con la inteligencia de un anciano. Por esta razón partió llorando al Hades. En verdad, los espíritus malignos malograron su vida, igual que una tempestad del sur hace con una tierna planta.
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A los espíritus de los antepasados. Los padres Lucio Attidio Kritias y Peregrina mandaron hacer este sepulcro para su dulcísimo hijo Kritias, que vivió 2 años, 7 meses, 15 días y 5 horas y media. Ah, extranjero, custodio a un jovencito de nombre Kritias, de 2 años y casi 8 meses, pero con la inteligencia de un anciano. Por esta razón partió llorando al Hades. En verdad, los espíritus malignos malograron su vida, igual que una tempestad del sur hace con una tierna planta.
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Para la dulce Geminia Ágata Mater. Mi nombre era Mater, pero no estaba
destinada a ser madre. De hecho tan sólo viví 5 años, 7 meses y 22 días.
Durante el tiempo que viví, disfruté y fui siempre amada por todos. De
hecho, creedme, tenía cara de niño, no de niña; sólo mis progenitores me
llamaban Ágata, de dulce temperamento, de gentil y noble apariencia,
con el cabello rojo, corto por arriba y
largo por detrás. Ahora todos vosotros me ofrecéis libaciones y rogáis
por que la tierra no pese demasiado sobre mis restos. No sufras mucho
por los restos de mi pequeño cuerpo, Favencio, que hiciste más por mí
que mis padres, y que sólo a mí me amaste. De hecho, mi padre y mi madre
me precedieron hace tiempo, y no sufrieron con mi destino. Tengo
también una hermana de madre, Amoena, que está entristecida por mi
muerte. Por favor, reconfortad a mi familia, recordadles la feliz vida
que viví y rezad por que su dolor no se incremente y su tristeza no sea excesiva. Tú que lees, si lo quieres saber mi nombre completo
es Geminia Ágata, a la que la prematura muerte llevó a edad temprana al
Tártaro. Esto es todo, más no puede pasar: esto es lo que nos aguarda a
todos.
(Versiones, A. Catalán)
9 de febrero de 2019
Tres poemas de Primo Levi
ERAN UN CENTENAR
Eran un centenar de hombres armados.
Cuando el sol se alzó en el cielo,
todos dieron un paso adelante.
Pasaron las horas, sin un ruido:
ni siquiera pestañearon.
Cuando sonaron las campanas
todos avanzaron un paso adelante.
Así transcurrió el día, y llegó la noche,
pero al florecer en el cielo la primera
estrella,
todos a la vez dieron un paso adelante.
«Atrás, fuera de aquí, viles fantasmas:
regresad a vuestra vieja noche»;
pero ninguno respondió, y en cambio,
reunidos en un círculo, dieron un paso
adelante.
1 de marzo de 1959
**
ESPERA
Es esta una época de relámpagos sin
trueno,
es esta una época de voces no escuchadas,
de sueños inquietos y de vigilia en vano.
Compañera, no olvides los días
de los largos fáciles silencios,
de las nocturnas amistosas calles,
de la meditación serena,
antes de que caigan las hojas,
antes de que vuelva a cerrarse el cielo,
antes de que de nuevo nos despierte,
familiar, delante de nuestras puertas,
el golpear de las botas de hierro.
2 de enero de 1949
**
PARA ADOLF EICHMANN
Corre libre el viento por nuestras
llanuras,
bate eterno el mar vivo en nuestras
playas.
El hombre fecunda la tierra, la tierra le
da flores y frutos:
vive en sufrimiento y en alegría, espera
y teme, engendra dulces hijos.
...Y tú has llegado, nuestro preciado
enemigo,
tú, criatura abandonada, hombre marcado
por la muerte.
¿Qué serás capaz de decir ante nuestra
asamblea?
¿Jurarás ante un dios? ¿Qué dios?
¿Saltarás a la tumba alegremente?
¿O te lamentarás, como al final se
lamenta el hombre laborioso
cuya vida fue breve para un arte
demasiado largo,
por tu malvada obra inacabada,
por los trece millones que aún viven?
Oh hijo de la muerte, no te deseamos la
muerte.
Ojalá vivas más tiempo de lo que nadie ha
vivido:
ojalá vivas insomne cinco millones de
noches,
y te visite cada noche el sufrimiento de
todos los que vieron
volverse a cerrar la puerta que impedía
el camino de regreso,
hacerse la oscuridad, el aire llenarse de
muerte.
20 de julio de 1960
(Primo Levi, Ad ora incerta)
(Traducción, Andrés Catalán)
8 de febrero de 2019
Un poema de W. H. Auden
La caída de Roma
(Para Cyril Connolly)
Los muelles son aporreados por las olas;
la lluvia en un campo solitario
azota un tren abandonado;
los forajidos atestan las cuevas de los
montes.
Cada vez más estrafalaria es la ropa de
gala;
los inspectores del fisco persiguen
a los huidos defraudadores a través
de las cloacas de ciudades de provincias.
Secretos ritos de magia mandan
a dormir a las prostitutas del templo;
todos los literatos tienen
un amigo imaginario.
Puede que el cerebral Catón
alabe las Antiguas Disciplinas
pero los musculosos marines
se amotinan por su rancho y paga.
La cama doble de Cesar sigue tibia
cuando un insignificante funcionario
escribe NO ME GUSTA MI TRABAJO
en un formulario oficial de color rosa.
Carentes de riqueza o compasión,
pajarillos de patas escarlata,
empollando sus huevos moteados,
observan las ciudades arrasadas por la
gripe.
En un lugar completamente diferente,
inmensas
manadas de renos atraviesan
millas y millas de dorado musgo,
silenciosamente y muy deprisa.
(W. H. Auden)
(Traducción de Andrés Catalán)
6 de febrero de 2019
Un poema de Giovanni Pascoli
LA POESÍA
I
¡Sea yo una lámpara que arda
suave!
La lámpara, tal vez, que observa,
colgando del ahumado travesaño,
a las que en compañía hilan;
y escucha cuentos y razones
de bocas
veladas por la sombra, en rincones,
tras las mullidas ruecas
que se albean en fila:
razones, cuentos, y saludos
de amor, al oído, confusos:
los constantes susurros perdidos
en el constante bisbiseo de los husos;
las viejas palabras oídas
de cerca con pálpitos nuevos,
entre el sordo y manso rumiar
de los bueyes:
II
la lámpara, tal vez, que a la cena
convoca;
que despunta en lo blanco, y serena
sobre el gran mantel reposa, luna
sobre un prado de nieve;
y anima el alegre convite;
luego insinúa,
de repente, un pequeño dedo,
allí, negro aún de la pluma
que corre y que bebe:
pero deja en la sombra, en la mesa,
a la madre, al tiempo que estudia
a la hija mayor que piensa
mirando mi rayo de aurora:
absorta en mi llama dorada
no siente tu vana inspección;
¡ya huye, y ya, pobre madre,
se aleja!
III
Y si no soy yo la lámpara
que oscila
delante de una dulce María,
viviendo de las humilde gotas
de cien cabañas:
recojo el parejo tributo
del olivo
de todo el pueblo, y el saludo
de la colina rocosa y del arroyo
sonoro de juncos:
y enciende, mi rayo, al caer la tarde,
entre la sombra de tristes violetas,
en los ojos que rezan y desesperan,
la pobre lágrima sola;
y muere, en el alba radiante,
temblando, mi pálido rayo,
entre coros de vírgenes y flores
de mayo:
IV
o aquella, cubierta, que a su lado
te señala
a la mujer más blanca que el blanco
lienzo, que en el vientre, durmiente,
madura tu semilla;
o aquella que alumbra la cuna
—la barca
que, alzando el fanal de borrasca,
surca el mar del existir,
se mece, y gime—;
o aquella que callada ilumina
tumbas profundas —con rostros
descarnados de viejos; tenaces
sonrisas de rubias vírgenes;
¡tú madre... en la sombra sin horas,
por ti, en su triste reposo,
junta las manos sobre su corazón
ya carcomido!
V
¡Yo soy la lámpara que arde
suave!
en las horas más solas y más oscuras,
en la sombra más triste, más grave,
la mejor, hermano mío!
Que cuelgue sobre la cabeza de la
doncella
que piensa,
sobre la madre que reza, sobre la cuna
que llora, sobre la bulliciosa mesa,
sobre el sepulcro en silencio;
a lo lejos brilla mi llama
casta para el peregrino que sigue,
nocturno, con corazón lloroso,
el pálido camino de la vida:
se detiene; pero ve mi rayo
que blandamente le enciende el alma:
reemprende el oscuro viaje
cantando.
(Giovanni Pascoli, Cantos de Castelvecchio)
(Traducción de Andrés Catalán y María Bastianes)
4 de febrero de 2019
Un poema de Ted Hughes
FEBRERO
El lobo con la panza cosida llena de pedruscos;
los lobos nibelungos erizados como un negro pinar
contra un cielo rojo, sobre la nieve azul; o esa ancha sonrisa
sobre la colcha remetida: ninguno es suficiente.
Una fotografía: las patas peladas y nudosas
de último lobo cazado en Inglaterra le han malacostumbrado:
el peor desde entonces no le parece más que un pastor alemán.
Ahora es en el sueño que grita «¡Lobo!» donde estas patas
huellan el umbral bajo la luna, o corren y corren
a través del silencio del jardín, incorpóreas, acéfalas;
sin excesiva incomodidad aparente
por el día, también, acosan, asedian todo pensamiento;
le obligan a una repentina pausa reflexiva
ante los grabados de lobos colgados de una soga,
como en una jaula donde el escuálido lobo español
bailara, sonriendo, suplicando con ojos perrunos
que le lancen una pelota. Estas patas, despojadas,
que desdeñan todo lo enjaulado, o narrado, o pintado,
a lo largo y ancho del mundo real tratan de encontrar
su cabeza desaparecida, el mundo
que desapareció con la cabeza, los dientes, los ojos atentos...
Ahora él, por miedo a que escojan su cabeza,
bajo inclementes lunas se sienta a fabricar
máscaras de lobo, con las fauces bien cerradas sobre el mundo.
(Ted Hughes, Lupercal)
(Traducción, A. Catalán)
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