EL LUGAR DE ENCUENTRO
El tiempo no existía y estaba
en otra parte,
había allí dos vasos y dos
sillas
y dos personas con un solo
latido
(alguien detuvo las
escaleras mecánicas):
el tiempo no existía y estaba
en otra parte.
Y no se encontraban ni arriba
ni abajo;
la música del arroyo seguía
fluyendo,
a través del brezal, de un
marrón límpido,
aunque estaban sentados en
una cafetería
y no se encontraban ni arriba
ni abajo.
La campana guardaba silencio
en el aire
manteniendo su invertida
postura;
entre un tañido y otro una
flor,
un broncíneo cáliz de no
ruido;
la campana guardaba silencio
en el aire.
Los camellos cruzaban las
millas de arena
que se extendían entre tazas
y platillos;
era el suyo el desierto,
planeaban
repartirse las estrellas y
las citas:
los camellos cruzaban las
millas de arena.
El tiempo no existía y estaba
en otra parte.
El camarero nunca vino, el
reloj
los olvidó y de la radio un
vals
brotó igual que el agua de
una roca:
el tiempo no existía y estaba
en otra parte.
Los dedos de ella sacudieron
la ceniza
que florecía de nuevo en los
árboles del trópico:
puesto que les daba igual la
caída de la Bolsa
teniendo como tenían bosques
como estos,
los dedos de ella sacudieron
la ceniza.
Dios o lo que sea que
significa el Bien
alabado sea por que se pare
así el tiempo,
por que lo que haya entendido
el corazón
pueda verificarlo en la paz del
cuerpo
Dios o lo que sea que
significa el Bien.
El tiempo no existía y ella
estaba aquí
y la vida no era ya lo que
había sido,
la campana guardaba silencio
en el aire
y el cuarto entero era un
resplandor porque
el tiempo no existía y ella
estaba aquí.
(Louise MacNeice)
(Traducción de Andrés Catalán)
Original, acá.
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