El poeta norteamericano Philip Levine escribió a finales de los 90 este poema homenaje al gran poeta peruano:
PIEDRA NEGRA SOBRE NADA
Todavía sobrio, César Vallejo vuelve a casa y encuentra un lazo negro
alrededor del edificio de apartamentos, cubriendo la puerta de la calle.
Deja su bastón, se quita su grasiento sombrero, y comienza
a deshacer el enredo. Sus vecinos se amontonan tras él
preguntándose qué sucede. Una mujer madura que lleva
una barra de pan reciente le pide que se haga a un lado para que
pueda entrar, subir los dos tramos de empinadas escaleras hasta su apartamento,
y comenzar la tarea diaria de prepararle la comida a su Monsieur.
Vallejo hace como que no oye nada o quizá realmente
no oye nada de lo absorto que está en esta extraña tarea que le consume
las últimas horas de la mañana. ¿Me olvidé de mencionar que nadie más
es capaz de ver el lazo negro o entender por qué sus dedos
parecen tan decididos a desenredar lo que no está allí? Acuérdate de
cuando tenías solo seis años y en los días especialmente calurosos
acostumbrabas a descender los temblorosos escalones hasta el sótano
con la esperanza inicial de que alguien, quizá tu madre, se fuera poco a poco
dando cuenta de tu ausencia y sintiera un súbito ataque
de angustia o de terror. Por supuesto que nadie se daba cuenta. Madre
se sentaba aguardando durante horas junto al teléfono, de vez en cuando
echaba un vistazo al sol del verano que resplandecía a través de las cortinas del salón
mientras abajo, frío y solo, sentado sobre el hormigón húmedo
observabas el mismo sol filtrándose a través del polvo
desde los dos altos ventanucos. Junto a la caldera una araña
trabajaba con brillantez descendiendo desde la bombilla fundida del techo
con una determinación que a esa edad todavía podías comprender.
1937 duraría solamente seis meses más. Era jueves.
La lluvia había sido vaticinada pero no nunca llegó. La araña marrón trabajaba
con o sin esperanza, aunque cuando el polvoriento sol alcanzó
la tela pudiste contemplar un diseño tan perfecto que ha permanecido
en tu memoria como un modelo de algo significativo. César Vallejo
deshizo el lazo negro que nadie más veía y subió
hasta su ático y echó un vistazo afuera a las sombrías azoteas que se extendían
por el sur hacia España, donde murió su corazón. Conozco todo esto.
He caminado cerca del mismo edificio año tras año al caer la noche
cuando las golondrinas se acomodan sin un solo ruido en los escasos árboles
junto al canal abandonado. He venido cuando la nieve invernal
cegaba el distante cielo amenazante. He venido justo después del alba,
he venido en primavera, en otoño, bajo la lluvia, y él nunca estaba aquí.
[Philip Levine, El Misericordia, 1999]
[Traducción de A. Catalán]
César Vallejo, vía La Voz del Norte |
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