Condominios
¿Qué fue lo que llevó al emperador Constantino
a asesinar a su propio hijo
y luego
borrar su nombre de los monumentos?
Nadie lo sabe. Sin embargo,
Constantino era un gobernante benévolo,
si hemos de creer
a los historiadores de la Iglesia.
Anoche, tarde,
de paseo por la ciudad infectada,
llegué a mi demolido
instituto.
Así, sin más,
lo habían derribado. Bárbaros.
Hace mucho me sentaba en un pupitre
mientras una monja vieja mentía
sobre la historia americana.
Ahora era un montón
de ladrillos y cristales.
Una excavadora dormitaba
en un rincón,
como un tirano gordo.
El ruido
del comercio llegaba constante
desde la cercana carretera.
Cómo te amo,
América. Eres tan
desmemoriada. Constantino
gobernó durante décadas
tras el deceso de su hijo olvidado
y murió feliz en Nicomedia.
Deberíamos asesinar la historia
para hacer sitio
a la historia.
No, me dije. A la verdad.
No.
Condominios.
Lo último de Diocleciano
Tras gobernar desapasionadamente
durante veinte años
el emperador se jubiló
Tras sobrevivir a su gobierno
el emperador se hizo granjero
Tras jubilarse
felizmente
se dedicó a cultivar repollos Eran unos repollos
hermosos
Crecían en marciales hileras
Cuando el imperio
estalló en guerra
el emperador apenas se enteró
Tras estallar en guerra
el pueblo le pidió
que volviera
a ser emperador
Se estaban matando unos a otros
No dejaban
de matarse unos a otros Si pudierais ver
estos hermosos repollos
les dijo
nunca me pediríais algo así
Si pudieras ver
estos repollos morados
no me pediríais
que los regara
con vuestros estallidos
de avaricia insaciable
Así habló el emperador
que tras gobernar bien
se jubiló
no exactamente para nada
Se jubiló para tomar conciencia
del caos que siempre
sigue a las buenas épocas:
la destrucción
de los seres amados
el colapso del Estado
Tras gobernar bien
murió al final
por su propia mano
El derramamiento de sangre
continuó
Luego una breve paz
Luego otra vez la guerra
Así una y otra vez Siglos
de emperadores muertos
desvaneciéndose a lo lejos
Piensa en esas hileras
de repollos perfectos
De Kevin Prufer, The fears, 2023
Trad. Andrés Catalán
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