2 de enero de 2025

[en algún lugar al que nunca he ido, felizmente más allá], de e. e. cummings

en algún lugar al que nunca he ido,felizmente más allá

de cualquier experiencia,tus ojos tienen su silencio:

en tu gesto más delicado hay cosas que me rodean,

o que no puedo tocar porque están demasiado cerca

 

tu más leve mirada me abrirá sin esfuerzo

aunque me haya cerrado como unos dedos

siempre me abres pétalo a pétalo como la primavera abre

(rozando hábil,misteriosamente)su primera rosa

 

o si tu deseo fuera que me cerrara,yo y

mi vida nos cerraremos muy hermosamente,de golpe,

como cuando el corazón de esta flor imagina

una nieve que minuciosamente cae por todas partes;

 

nada de lo que podamos percibir en este mundo iguala

la fuerza de tu apasionada delicadeza:su textura

me conmina con el color de sus países,

repartiendo muerte y eternidad a cada aliento

 

(no sé qué es lo que tienes que es capaz de cerrar

y de abrir;pero algo en mí comprende

que la voz de tus ojos es más intensa que todas las rosas)

nadie,ni siquiera la lluvia,tiene unas manos tan pequeñas

 

(Trad. Andrés Catalán)

 

 


 

30 de diciembre de 2024

Un poema de 'Diario de otoño', de Louis MacNeice

XVI

 

La pesadilla te deja agotado:

            envidiamos a los hombres de acción

que duermen y velan, asesinan e intrigan

            sin embargarles la duda, sin sentirse atormentados.

Y yo envidio la intransigencia de mis propios

            compatriotas que disparan a matar y nunca

ven el rostro de su víctima convertirse en su propio rostro

            ni advierten que sus motivos sabotean los suyos.

De modo que al leer las memorias de Maud Gonne,

            hija de madre inglesa y de padre soldado,

compruebo que un único propósito puede fundamentarse

            en una confusión de opuestos:

el castillo de Dublín, el baile virreinal,

            las embajadas de Europa,

el odio garabateado en una pared,

            prisiones y revólveres.

Y recuerdo, cuando era pequeño, el extendido

            temor entre los sirvientes

a que Casement desembarcara en el muelle

            con una espada y una horda de rebeldes;

y cómo esperábamos, en fechas posteriores,

            cuando el viento soplaba del oeste, que el ruido de los disparos

empezara por las tardes a las ocho

            en el distrito de York Street en Belfast;

y el vudú de los partidarios de Orange

            que levantaban una malla metálica por el Ulster más oscuro,

trillando las tierras del limbo:

            las hilanderías, la húmeda hierba alta, el enmarañado espino.

Y uno leía negro donde el otro leía blanco, la esperanza

            de uno representaba la perdición del otro:

Vivan los rebeldes, A la mierda el Papa,

            y Dios salve —según prefieras— al Rey o a Irlanda.

La tierra de los eruditos y los santos:

            eruditos y santos un carajo, la tierra de las emboscadas,

los manifiestos miopes, las quejas interminables,

            el mártir de vocación y el tontaina valiente;

el tendero borracho con el tambor,

            el terrateniente asesinado a tiros en su cama, las voces furiosas

que se cuelan por el tragaluz roto en los arrabales,

            la mujer envuelta en un chal que llora ante el pomposo altar.

¡Kathaleen ni Houlihan! ¿Por qué

            debe una patria, como una barca o una moto, ser siempre femenina,

madre o enamorada? Una mujer de paso,

            a la que solamente vimos pasar.

Pasar como un claro de sol sobre la colina lluviosa

            y sin embargo la amamos toda la vida y odiamos al vecino

y cada uno en su testamento

            obliga a sus herederos a prolongar el odio.

Tambores en el almiar, tambores en la cosecha, negros

            tambores en la noche haciendo temblar las ventanas:

el rey Guillermo regresa a lomos de su caballo blanco

            al Boyne sobre un estandarte.

Miles de estandartes, miles de caballos

            blancos, miles de Guillermos

blandiendo miles de espadas y dispuestos a luchar

            hasta que el mar azul se tiña de naranja.

Así era mi país y yo pensaba que había hecho bien

            en alejarme, educarme y afincarme en Inglaterra,

aunque su nombre sigue sonando todavía como la campana

            de un campanario sumergido.

¿Por qué nos gusta ser irlandeses? En parte porque

            nos otorga cierto dominio del inglés sentimental

como integrantes de un mundo que nunca fue,

            bautizados con el agua de las hadas;

y en parte porque Irlanda es lo bastante pequeña

            como para seguir suscitando cierta familiaridad,

y porque son bravas las olas

            que la separan de una cultura más comercial;

y porque uno siente que aquí al menos es posible

            realizar una labor local que no esté a merced del mundo

y que con suerte en este pequeño escenario un hombre

            podría llegar a ver el fin de una acción concreta.

Naturalmente es engañarse a uno mismo;

            no hay tampoco inmunidad en esta isla;

un carro del que tira el caballo de otra persona

            y transporta mercancías al mercado de algún otro.

Las bombas en el saco de nabos, el francotirador en el tejado,

            Griffith, Connolly, Collins, ¿a dónde nos han llevado?

¡Nosotros solos! ¡Que la torre redonda se mantenga al margen

            en un mundo de explosiones de mortero!

Que los escolares se enreden con sus sumas

            en un idioma medio muerto;

que el censor se afane con los libros; derribad los tugurios georgianos;

            que los juegos se jueguen en gaélico.

Que cultiven remolacha azucarera; que construyan

            una fábrica en cada aldea;

que cataloguen las almas de los asesinados

            en ovejas y cabras, patriotas y traidores.

Y el Norte, donde pasé mi infancia,

            sigue siendo el Norte, barnizado con la mugre de Glasgow,

un millar de hombres a los que nadie dará empleo

            parados en las esquinas, sin parar de toser.

Y los niños de la calle juegan en las aceras

            mojadas: a la rayuela o a las canicas;

y cada familia rica dispone de una red de tenis destensada

            sobre un césped mullido junto a unos arbustos empapados.

Las humeantes chimeneas insinúan

            una prosperidad a la vuelta de la esquina

pero elaboran su lino del Ulster con fibras extranjeras

            y el dinero igual que entra sale para hacer más dinero.

Una ciudad construida sobre el barro;

            una cultura construida sobre el lucro;

la libertad de expresión cortada de raíz,

            la minoría siempre culpable.

¿Por qué iba yo a querer regresar

            a ti, Irlanda, mi Irlanda?

En la página los borrones son tan negros

            que es imposible taparlos con tréboles.

No soporto tus aires grandilocuentes,

            tus sensiblerías, tu risa y tu fanfarronería,

que des siempre por sentado que a todos les importa

            quién es el rey de tu castillo.

Los castillos están pasados de moda,

            la pleamar rodea la arenosa fantasía de los niños;

enarbola el estandarte que quieras, es demasiado tarde

            para que tu alma se salve con unas banderitas.

Odi atque amo:

            ¿grabamos este nombre en los árboles con un puñal oxidado?

Sus montañas siguen siendo azules, sus ríos corren

             borboteando sobre los cantos rodados.

Es a la vez una pelmaza y una arpía;

            mejor cerrad el horizonte,

no le enviéis más fantasías, más añoranzas que estén

            sujetas a funestos aranceles.

Pues el sentido común está de moda

            y ella no proporciona ni sentido común ni dinero a los hijos

que andan encorvados por el mundo con su acento y sus gestos

            y su haz de inútiles recuerdos.

 


 


11 de diciembre de 2024

'La Quimera', de Dino Campana

LA QUIMERA

 

No sé si entre rocas tu pálido

rostro se me apareció, o si sonrisa

de desconocidas lejanías

fuiste, la gacha ebúrnea

frente refulgente oh joven

hermana de la Gioconda:

oh de las primaveras

apagadas, por tu mítica palidez

oh Reina oh Reina adolescente:

pero por tu desconocido poema

de voluptuosidad y de dolor

música niña exangüe,

marcado por una línea de sangre

en el círculo de los labios sinuosos,

Reina de la melodía:

pero por la virgen cabeza

reclinada, yo poeta nocturno

velé las vívidas estrellas en los piélagos del cielo,

yo por tu dulce misterio

yo por tu devenir taciturno.

No sé si la pálida llama

fue de los cabellos el vivo

signo de su palidez,

no sé si fue un dulce vapor,

dulce sobre mi pena,

sonrisa de un rostro nocturno:

miro las blancas rocas las mudas fuentes de los vientos

y la inmovilidad de los firmamentos

y los arroyos crecidos que pasan sollozando

y las sombras de las obras humanas curvadas allí sobre las álgidas lomas

y todavía por tiernos cielos corren lejanas sombras claras

y todavía te llamo todavía te llamo Quimera.

 

(Traducción de Andrés Catalán y María Bastianes)

 

 


 


3 de octubre de 2024

Un fragmento de 'Todo a peor' ('Worstward Ho'), de Samuel Beckett

           

            Más. Digamos más. Se diga más. De algún modo más. Hasta ni modo más. Se diga ni modo más.

 

            Digamos por se diga. Se diga mal. Desde ahora digamos por se diga mal.

 

            Digamos un cuerpo. Donde no. Sin mente. Donde no. Al menos eso. Un lugar. Donde no. Para el cuerpo. Estar allí. Entrar allí. Salir de allí. Volver de allí. No. De salir nada. De volver nada. Solo allí. Quedarse allí. Más allí. Sin moverse.

 

            Todo de antes. Por siempre nada más. Siempre probar. Siempre fracasar. Da igual. Probar otra vez. Fracasar otra vez. Fracasar mejor.

 

            Primero el cuerpo. No. Primero el lugar. No. Primero ambos. Ahora el uno o el otro. Ahora el otro o el uno. Asqueado del uno probar el otro. Asqueado del otro otra vez asqueado del uno. Y más. De algún modo más. Hasta asquearse de ambos. Devolver e irse. Donde ni uno ni otro. Hasta asquearse de allí. Devolver y volver. El cuerpo otra vez. Donde no. El lugar otra vez. Donde no. Probar otra vez. Fracasar otra vez. Mejor otra vez. O mejor peor. Fracasar peor otra vez. Todavía peor otra vez. Hasta asquearse de una buena vez. Devolver de una buena vez. Irse de una buena vez. Donde ni el uno ni el otro de una buena vez. De una buena vez del todo.

 

            En pie. ¿Qué? Sí. Digamos en pie. Tener que levantarse al final y ponerse en pie. Digamos huesos. Sin huesos pero digamos huesos. Digamos suelo. Sin suelo pero digamos suelo. Por así decir dolor. ¿Sin mente y dolor? Digamos que sí para que los huesos duelan hasta no quede más que ponerse en pie. De algún modo levantarse y ponerse en pie. O mejor peor restos. Digamos restos de la mente donde no para que quepa el dolor. Dolor de huesos hasta que no quede más que levantarse y ponerse en pie. De algún modo levantarse. De algún modo ponerse en pie. Los restos de la mente donde no a efectos del dolor. De huesos aquí. Otros ejemplos si hicieran falta. Del dolor. De cómo el alivio. De cómo el cambio.

 

            Todo de antes. Siempre más nada. Pero fracasar así jamás. Fracasar peor. Con esmero jamás fracasar peor.

 

            Penumbra de origen desconocido. Conocer lo mínimo. Nada de conocer nada. Es demasiado pedir. A lo más lo mero mínimo. Lo meromísimamente mínimo.

 

            No queda otra que ponerse en pie. De algún modo levantarse y ponerse en pie. De algún modo levantarse. Eso o quejarse. La queja que tanto tiempo tarda. No. Nada de quejas. Solo dolor. Solo levantarse. Una ocasión para probar. Probar a ver. Probar a decir. Qué yaciente al principio. Luego de algún modo de rodillas. Poco a poco. Luego más desde ahí. Poco a poco. Hasta al final en pie. No ahora. Fracasar mejor peor ahora.

 

            Otro. Digamos otro. La cabeza hundida entre las manos lisiadas. El vértice vertical. Los ojos cerrados. Sede de todo. Germen de todo.

 

            Sin futuro en esto. Desgraciadamente sí.

 

            En pie. Ver en la penumbra vacía cómo al final en pie. En la penumbra de origen desconocido. Antes de los ojos abatidos. Los ojos cerrados. Los ojos fijos. Los ojos cerrados fijos.

 

            Esa sombra. Antes yaciente. Ahora en pie. ¿Un cuerpo eso? Sí. Digamos que eso un cuerpo. De algún modo en pie. En la penumbra vacía.

 

            Un lugar. Donde no. Una ocasión para probar a ver. Probar a decir. Qué pequeño. Qué enorme. Qué limitado si no hay límite. De ahí la penumbra. No ahora. Conocer mejor ahora. Desconocer mejor ahora. Conocer solo la no salida. No conocer cómo conocer solo la no salida. Solo la entrada. Por tanto otro. Otro lugar donde no. En donde una vez ahí no hay vuelta desde ahí. No. Ningún lugar salvo ese. Ninguno salvo ese donde no. Ese desde donde nunca una vez dentro. De algún modo dentro. Sin más allá. Sin más desde ahí allí. Sin más hacía ahí allí. Sin más desde ahí sin más desde ahí allí.

 

            Dónde entonces salvo allí ver...

 

            Veamos por se vea. Se vea mal. Desde ahora veamos por se vea mal.

 

            Dónde entonces salvo allí ver ahora...

 

            Primero de espaldas la sombra en pie. En la penumbra vacía ver primero de espaldas la sombra en pie. Sin moverse.

 

            Dónde entonces salvo allí ver ahora otra. Poco a poco un viejo y un niño. En la penumbra vacía poco a poco un viejo y un niño. Cualquier otra cosa funcionaría igual de mal.

 

            Mano en mano mal que bien con paso igual van. En las manos libres... no. Las manos libres vacías. De espaldas ambos encorvados mal que bien con paso igual van. La mano del niño levantada para alcanzar la mano que sostiene. Sostener la vieja mano que sostiene. Sostener y ser sostenida. Mal que bien van y nunca retroceden. Lentamente y sin jamás una pausa mal que bien van y nunca retroceden. De espaldas. Ambos encorvados. Unidos por manos sostenidas que sostienen. Mal que bien como uno solo van. Una sombra. Otra sombra.

 

            La cabeza hundida entre las manos lisiadas. Los ojos cerrados fijos. En las sombras de la penumbra vacía. Una en pie tranquila. Otra un viejo y un niño. Tranquilas mal que bien se van. Cualquier otra cosa funcionaría igual de mal. Casi cualquier otra cosa. Casi igual de mal.

 

            Se desvanecen lentamente. Ahora una. Ahora ambas. Ahora las dos. Reaparecen. Ahora una. Ahora ambas. Ahora las dos. ¿Lentamente? No. De repente se van. De repente vuelven. Ahora una. Ahora ambas. Ahora las dos.

 

            ¿Inalteradas? ¿De repente vuelven inalteradas? Sí. Digamos que sí. Cada vez inalteradas. De algún modo inalteradas. Hasta que no. Hasta digamos que no. De repente vuelven alteradas. De algún modo alteradas. Cada vez de algún modo alteradas.

 

            La penumbra. El vacío. ¿También se van? ¿También vuelven? No. Digamos que no. Nunca se van. Nunca vuelven. Hasta que sí. Hasta digamos que sí. Se van también. Vuelven también. La penumbra. El vacío. Ahora el uno. Ahora el otro. Ahora ambos. De repente se van. De repente vuelven. ¿Inalterados? ¿De repente vuelven inalterados? Sí. Digamos que sí. Cada vez inalterados. De algún modo inalterados. Hasta que no. Hasta digamos que no. De repente vuelven alterados. De algún modo alterados. Cada vez de algún modo alterados.

 

            Primero de repente se va uno. Primero de repente vuelve. Inalterado. Digamos que ahora inalterado. Por ahora inalterado. De espaldas. La cabeza hundida. El vértice vertical del sombrero. Visto de espaldas solo el ala negra inclinada. Visto de espaldas el abrigo negro a medio muslo. De rodillas. Mejor de rodillas. Mejor peor de rodillas. Digamos ahora de rodillas. Desde ahora de rodillas. Capaz de ponerse solo de rodillas. De repente se va de repente vuelve inalterado de espaldas la cabeza hundida la sombra oscura sobre las rodillas invisibles. Sin moverse.

 

            Luego de repente los dos se van. Luego de repente vuelven. Inalterados. Digamos que ahora inalterados. Por ahora inalterados. De espaldas. Cabezas hundidas. Penumbroso pelo. De penumbroso blanco y un pelo tan rubio que en esa penumbra de penumbroso blanco. Negros abrigos hasta los talones. De penumbroso negro. Los talones de las botas. Ahora las dos derechas. Ahora las dos izquierdas. Como con paso igual mal que bien van. Sin suelo. Como sobre el vacío mal que bien van. Penumbrosas manos. De penumbroso blanco. Dos libres y dos como una sola. Así de repente se van de repente vuelven inalterados como una sola sombra oscura mal que bien van sin retroceder.

 

            La penumbra. A lo largo y ancho la misma. Por arriba y por abajo. Inalterable. Ahora digamos que inalterable. De ahí no conocer. No decir. Digamos solo que una penumbra más penumbrosa que nunca. Por todas partes. Digamos una sima en ese vacío. Un abismo. Entonces en esa sima o ese abismo una penumbra más penumbrosa que nunca. De ahí no conocer. No decir.

 

            El vacío. Inalterable. Ahora digamos que inalterable. Vacío de no ser por el uno. Los dos. Por ahora de no ser por el uno y los dos. Por ahora.

 

            El vacío. ¿Cómo probar a decir? ¿Como probar a fracasar? Nada de probar nada de fracasar. Decir solo...

           

            Primero los huesos. Volver a ellos. Rozando los susodichos restos desde la primera vez que fueron dichos. El suelo. El dolor. Sin huesos. Sin suelo. Sin dolor. Por qué en pie se desconoce. Sea como sea se desconoce. Si alguna vez cayó. No queda otra que en pie si alguna vez cayó. O nunca cayó. Siempre de rodillas. Mejor siempre de rodillas. Mejor peor siempre de rodillas. Digamos desde ahora siempre de rodillas. Por ahora desde ahora siempre de rodillas. Por ahora.

 

            El vacío. Ante los ojos fijos. Fijos donde sea. A lo ancho y largo. Por arriba y por abajo. Ese estrecho campo. Saber no más. Ver no más. Decir no más. Solo eso. Ese poquito de vacío solo.

 

            Otra vez volver a desdecir que el vacío pueda irse. El vacío no puede irse. Salvo que la penumbra se vaya. Entonces todo se va. Todo lo que no se haya ido ya. Hasta que la penumbra vuelve. Entonces todo vuelve. Todo lo que no se haya ido y siga así. El uno puede irse. Los dos pueden irse. La penumbra puede irse. El vacío no puede irse. Salvo que la penumbra se vaya. Entonces todo se va.

 

            Otra vez volver mejor peor a fracasar la cabeza la dicha sede de todo. Germen de todo. ¿Todo? Si de todo de eso también. ¿Dónde si no allí también? Allí en la cabeza hundida la cabeza hundida. Las manos. Los ojos. Sombra con las otras sombras. En la misma penumbra. El mismo vacío estrecho. Ante los ojos fijos. ¿Dónde también si no allí también? No preguntar. No. Preguntar en vano. Mejor peor así.

 

            La cabeza. No preguntar si puede irse. Digamos que no. Sin preguntarse que no. No puede irse. Salvo que la penumbra se vaya. Entonces todo se va. Ay, si la penumbra se fuera. Se fuera de una buena vez. Todo de una buena vez. De una buena vez del todo.

 

            ¿De quién las palabras? Inútil preguntar. O no inútil si digamos se desconoce. No se dice. Sin palabras para aquel de quien las palabras. ¿Aquel? Uno. Sin palabras para uno de quien las palabras. ¿Uno? Eso. Sin palabras para eso de quien las palabras. Mejor peor así.

 

            Al uno no le pasa nada. Es decir —¡es decir!— es decir al de rodillas. Desde ahora uno por el de rodillas. Como desde ahora dos por ambos. Ambos que como uno solo mal que bien van. Como desde ahora tres por la cabeza. La cabeza como al principio se dijo mal dicha. Así desde ahora. Como para ganar tiempo. Tiempo que perder. Ganar tiempo que perder. Como el alma una vez. El mundo una vez.

 

            Al uno no le pasa nada. Tampoco al dos. Tampoco al tres. Y así. A ninguno le pasa nada. Lejos de pasarle nada. Lejísimos de pasarle nada.

 

            Tampoco a las palabras de quien sea. ¡Qué de margen para empeorar! ¡Cómo casi resuenan a veces casi verdaderas! ¡Qué carentes de inanidad! Digamos que la noche es joven desgraciadamente y ánimo. O mejor peor digamos que desgraciadamente hay una vigilia nocturna aún por delante. Un descanso de la última vigilia por delante. Y ánimo.

 

            Primero uno. Primero probar a fracasar mejor uno. A algo ahí no le pasa malamente nada. No es que no esté mal tal como está. La no cara mal. Las no manos mal. Las no... Basta. Al cuerno lo malo. Lo mero malo. Hay margen para peor. A falta de todavía peor. Primero peor. Lo mero peor. A falta de todavía peor. Añadir un... ¿Añadir? Jamás. Doblegarlo más abajo. Que se doblegue más abajo. Mucho más abajo. La cabeza ensombrerada fuera. Más espalda fuera. El abrigo recortado más arriba. Nada de pelvis para abajo. Nada salvo la espalda encorvada. El tronco por detrás sin cúspide ni base. Penumbra oscura. Sobre las rodillas invisibles. En la penumbra vacía. Mejor peor así. A falta de todavía peor.

 

            Luego probar a fracasar mejor dos. Ambos. Si están mal tal como están tal como están. Mal la no...

 

            Primero volver a tres. No probar aún a empeorar. Simplemente estar allí otra vez. Allí en esa cabeza en esa cabeza. Ser eso otra vez. Allí en esa cabeza en esa cabeza. Ser eso otra vez. Esa cabeza en esa cabeza. Los ojos cerrados pegados solo a eso. ¿Solo? No. También. También a eso. El cráneo hundido. Las manos lisiadas. Los ojos cerrados fijos. Los ojos cerrados pegados a los ojos cerrados fijos. Ser esa sombra otra vez. En esa sombra otra vez. Con las otras sombras. Las sombras que cada vez peor. En la penumbra vacía.

 

            Luego...

 

            Primero cómo todo a la vez. En esa mirada fija. El uno peor. Los dos que cada vez peor. Y a falta de qué de empeorar. De probar a empeorar. Eso mismo. La penumbra. El vacío. Todo a la vez en esa mirada fija. Los ojos cerrados pegados a todo.

 

            Luego dos. De mal a peor. Probar a empeorar. Desde lo meramente malo. Añadir... ¿Añadir? Jamás. Las botas. Mejor peor sin botas. Talones descalzos. Ahora los dos derechos. Ahora los dos izquierdos. Izquierda derecha izquierda derecha van. Descalzos van y nunca retroceden. Mejor peor así. Un poquito mejor peor que nada así.

 

            Luego la susodicha sede y germen de todo. ¡Esas manos! ¡Esa cabeza! ¡Esa forma de resonar casi verdaderas! Fuera de aquí. Desde ahora de cara. Sin manos. Sin cara. El cráneo y la mirada fija solo. Escenario y espectador de todo.

 

            Más. Mirar fijo más. Digamos más. Ser más. De algún modo más. De cualquier modo más. Hasta que la penumbra se vaya. Se vaya de una vez. Se vaya todo de una vez. De una mala vez por todas. De una mala mejor peor vez por todas.

[...]

 

 

(Traducción de Andrés Catalán)