16 de abril de 2025

'Musée des Beaux Arts', de W. H. Auden

 

Respecto al sufrimiento, nunca se equivocaron

los Antiguos Maestros: qué bien entendieron

el lugar que ocupa en lo humano; cómo sucede

mientras algún otro come o abre una ventana o sin más deambula;

cómo, cuando los viejos esperan con reverencia o pasión

el nacimiento milagroso, ha de haber siempre

niños sin especial interés en que ocurra, patinando

en un lago helado junto a la linde del bosque:

nunca olvidaron

que incluso el martirio atroz debe tener lugar

en todo caso en un sórdido rincón, donde

los perros siguen con sus vidas de perros y el caballo del torturador

se rasca los cuartos traseros contra un árbol.

En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo: como todo se aleja

sin demasiada prisa del desastre; el labrador quizás

oyera el chapoteo, el grito desolado,

pero no era nada que mereciera su atención; el sol brilló

como debía hacerlo en las blancas piernas que desaparecían

en el agua verdosa, y el delicado y lujoso navío que debía haber visto

algo sorprendente, un muchacho que caía del cielo,

tenía un destino que alcanzar y con calma continuó su rumbo.

 

(Traducción, Andrés Catalán) 

 




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